No voy a incidir en el análisis que escribí hace un año y que tanto molestó a la organización del maratón de San Sebastián. Titulaba algo así como ‘Peligroso regreso al pasado’. El nivel de marcas y de participantes de elite, incluso el ligero descenso de participantes, alertaba de una situación que podía llegar a encallarse y más después de la aplicación por parte de la Federación Española del polémico calendario de pruebas en asfalto y la decisión de Donostia de no estar ahí.
Pues bien, en la edición del domingo irremediablamente se habló de pasado. Por un lado porque 29 años después un corredor guipuzcoano se alzaba con la victoria. Esa fue la parte entrañable porque además hacía justicia con un chaval generoso en el asfalto y poco reconocido. Por otro, esa historia nos llevaba a analizar marcas, registros de los primeros atletas, palmarés de los mejores dorsales… y todo coincidía en que tiempos pasados fueron mejores. En el atletismo se mide casi todo. Deporte empírico donde los haya.
Pero he comenzado este post sin ánimo de provocar a nadie una acidez en el estómago. Al contrario, con un estado de aportar. Es el día de la reflexión para muchos. También para los responsables del maratón. Me comentaba en la meta el presidente de la Federación Guipuzcoana, Mikel Odriozola, que hay que trabajar desde ya “dese hoy mismo” para intentar dar un giro a una carrera que suma numerosos factores para ser una fiesta del atletismo, del popular y de atletismo etiqueta negra.
Esta edición el maratón ha dado un paso al entrar en el calendario de pruebas de la Federación lo que permite la presencia de corredores becados y atletas internacionales. Es un paso pero debería ir acompañado con un esfuerzo para ofrecer a la ciudad una carrera que pueda tener eco más allá de Gipuzkoa. Se han perdido dos ediciones con una meteorología buenísima para el logro de grandes registros. Faltaba poderio. Faltaban piernas de 2h.10. Lástima.
Una carrera de maratón, si es eso lo que se desea, es necesario prepararla con meses y con una dirección deportiva que plantee unos objetivos, unas lineas estratégicas, más allá del pelotón popular. Entiendo que la masa atlética es la que genera el presupuesto necesario para mejorar las condiciones de los corredores y éste debe ser la principal motivación, pero estoy convencido de que la historia de esta carrera, la sobresaliente afición que se echa a las calles para ver el doble espectáculo popular/elite, se merecen un guiño para que haya ‘carrera’ por delante. Incluso los populares -no todos- reconocen con mayor satisfacción una carrera donde ellos participan si los resultados de esa prueba alcanzan cotas notables. Es una opinión. Solo una opinión.
Que nadie olvide que las mejores carreras del mundo conjugan con arte los dos escenarios de una competición: nivel y popular. Eso sí, cada prueba, cada ciudad, adecua el formato a sus posibilidades. Sin hacer locuras. Tampoco aquí. El asfalto donostiarra se merece un guiño. Como dice Mikel, trabajemos desde hoy mismo.