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Antxon Blanco

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Armstrong derrota a Ben Johnson

El gran pirata de los años 80 ha descendido del trono negro del dopaje. El canadiense Ben Johnson era el deportista más ligado a la triste historia de la farsa deportiva, con los anabolizantes recorriendo sus músculos. Su huída de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988; ser el protagonista del primer gran juicio contra un atleta que dio positivo; las confesiones posteriores; el grupo que acompañaba al velocista salpicado por la trama; el segundo positivo y su sanción a perpetuidad. Menuda historia. Pues bien, Lance Armstrong ya no tendrá ni Tours ni medallas olímpicas, pero tiene el título de mayor tramposo del reino del deporte aunque él lo niegue.

Esta vez no ha habido un Hermida en la silla del entrevistador y Lance Armstrong ha tenido que responder a las preguntas de libro. Los síes sobre cuestiones claves se han repetido como mazazos para  la historia del ciclismo y, no lo neguemos, para el conjunto del deporte de elite. La admisión sin un gramo de excusa, sin salpicar más de lo debido, con la imagen de un Armstrong sin frivolidad, sin apenas dudas… es un relato que entra en la vergonzante historia del deporte con minúsculas.

Transfusiones de sangre, EPO, testosterona, horomona de crecimiento. El cocktail completo. Por si había alguna duda. Utilizó de todo, aunque ya lo ha dicho “No inventé el dopaje, ya estaba inventado”. Evidente. Pero tú te enganchaste -y nunca mejor expresado- a todo lo que podía suponer trampear tu rendimiento deportivo que era “una bonita historia”, como ha señalado el texano, “perfecta durante mucho tiempo”, y del príncipe azul que era ha pasado ahora a príncipe negro.

Me han sorprendido varias cuestiones. Cuando él ha comentado que era más feliz en el proceso del engaño, del dopaje, que al ganar las carreras. Y esa circunstancia trasladada al atletismo es algo que siempre me sorprendía cuando la gran mayoría de las atletas alemanas de la RDA apenas se alegraban con sus triunfos e incluso récords del mundo. Apenas media sonrisa y un gesto con la mano. Yo me imaginaba ganando una medalla de oro y botando por medio estadio. Ellas buscaban el vestuario para cambiarse e irse al hotel. Pues Lance parece que tampoco disfrutaba mucho cuando ganaba un Tour. Posiblemente como apenas tenía dudas de su dominio con tanta química, ya tenía interiorizada la victoria.

Otro tema. Las trampas. No entiende que es un tramposo. Ha dicho que ha leído el significado de la palabra trampa y cree que no, que no es un tramposo. He saltado del sillón al escucharlo. Pero la explicación tiene contenido. “Como era una práctica habitual entre todos los ciclistas…” Claro, si todos hacían trampas para llegar al mismo objetivo, no era una trampa en sí, era una carrera por tener el mejor médico, las sustancias más potentes y novedosas, los mejores sistemas para no dar positivo, y ser el más valiente para ingerir  más y más cosas. Este análisis de Armstrong reafirma la explicación de porqué casi todos los ciclistas se defienden entre ellos, no critican  a quien da positivo y hasta lo entienden. “Si yo también tomo, ¿cómo te voy a criticar?”.

El descrédito es absoluto para el ciclismo que sale muy tocado. Es un escenario diábolico. El deporte profesional debe rearmarse y lanzar señales de credibilidad a los aficionados y patrocinadores. No todos los que compiten en unos Juegos Olímpicos, incluso son campeones, o forman parte de un pelotón ciclista, están dopados. Es vital transmitirlo. Hay deportistas honestos, personas en las que creer. Ya sé que lo escribo en un contexto brutal. Y no solo el escenario del deporte se tambalea. Miro a la derecha e izquierda, y asusta. Los casos Bárcenas, Urdangarin, Pujol y otros tantos, sonrojan a una sociedad que pensará que lo del ciclismo es una bromita. Puede ser. Pero para la gente del deporte es uno de los episodios más tremendos.

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