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Antxon Blanco

Correr x correr

Una carrera de maratón siempre será vulnerable

El terrorismo o la insensatez de un loco, me da exactamente igual, golpea de nuevo un escenario deportivo. El maratón de Boston sufre cruelmente las secuelas trágicas de un atentado. Este centenario maratón, la biblia de los maratones ‘comerciales’ aunque no sea en la actualidad el más famoso ni el más rico ni el más prestigioso ni el que mejor recorrido posee, ha servido de enganche para que todos confirmemos la vulnerabilidad que existe en nuestra sociedad: un maratón, o un supermercado, un parking, un restaurante, un colegio, una universidad… todos los escenarios son posibles para cometer un atentado, colocar una bomba, y reivindicar no sé que fanatismo ideológico o expresar la ira de alguien.

Es demasiado maravilloso el correr como para que ahora pongamos freno a esta locura que va más allá de un récord del mundo o de unas atletas de sueprelite. El componente popular, de reto personal, con ese punto de mejora de salud, no pueden diluirse por culpa de unos…

Ahora se escribirá y debatirá sobre los controles de seguridad, de la eficacia o no de la policía, de si la organización busca más el negocio que la protección de los participantes. Indudablemente todo es mejorable. Sin embargo se me antoja harto complicado el controlar al cien por cien un circuito de 42 kilómetros, o un campeonato del mundo de cualquier especialidad, unos Juegos Olímpicos… Los medios han mejorado una barbaridad e incluso los sistemas son notablemente cansinos porque cuando los sufres tú, siempre piensas que la organización o la polícía son unos pesados. Cuando suceden actos como el vivido ayer en Boston, la reflexión inevitablemente va por otro lado.

El próximo domingo Londres celebra otro de los maratones de oro. Anuncian un plan de seguridad reforzado. No lo dudo. Pero qué difícil es mantener la seguridad de 40.000 participantes, medio millón de espectadores, 42 kilómetros de recorrido, miles y miles de bolsas identificadas pero difícilmente controlables. Una semana después llegará Madrid. No es necesario explicar lo que las dos ciudades han sufrido por atentados terroristas.

El maratón de Boston ha sido uno de esos maratones que los puristas del atletismo han mimado. Ayer se celebró la edición 117. Creo que con ese dato está todo dicho. Quienes conocen la historia de este deporte, Boston lo escriben con mayúsculas y siempre es el referente al que quieres acudir. Es la prueba más antigua del calendario. El maratón de Boston se disputa en el Patriots Day, que es el tercer lunes de abril, fiesta en el estado de Massachusetts, y siempre alcanza protagonismo porque las condiciones meteorológicas -sobre todo el viento- marcan la carrera.

El maratón en Estados Unidos es una religión. No tanto como en Japón, pero alcanza niveles altísimos de participación y seguimiento. Los maratones de Nueva York, Boston y Chicago están en el top mundial. Y lo son a pesar de sus mediocres condiciones de recorrido.

En noviembre pasado el huracan Sandy provocó la suspensión del maratón de Nueva York. Parecía precisamente que la cita neoyorkina sería el objetivo de un atentado. Las medidas siempre allí han sido extremas. Incluso los organizadores han modificado el recorrido en parte para evitar zonas negras y hasta la misma salida (puente Verrazzano) ha sido cuestionado por la falta de protección de los corredores ante un atentado.

No es la primera vez que una prueba de maratón sufre un atentado con bombas (Colombo en 2008, con doce fallecidos). En ocasiones espectadores han irrumpido en plena carrera. Muchas veces han servido de escenario para reivindicar acciones, casi siempre de forma pacífica. El atentado de ayer marca un antes y un después en las organizaciones de maratón y de otras carreras populares.

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