Recibida la bofetada y la patada en el culo tras el no rotundo a organizar los Juegos por Madrid, llega el momento de pensar en esa Olimpiada -que durará más de cuatro años- de lo pequeño, de lo cotidiano, del día a día.
Las federaciones de deportes no profesionales preparan más ajustes que llevará a la renuncia a continuar en la actividad a numerosos portentos. Arrojar la toalla será lo habitual, entre deportistas y técnicos. Cerrarán la puerta clubes y monitores de escolares se irán a sus casas. Se volvéra a un deporte de los años 70. Un alto responsable de una federación española me dice que quizás era una “pasada otorgar” unos Juegos a un país que está en bancarrota en lo social, pero que él soñaba con esos Juegos de Madrid 2020 porque la entrada de ayudas a las federaciones le permitiría no tener que decir que no a casi todo, a intentar convencer a sus deportistas con un nada a cambio. “Es muy duro. Este año casi me arrodillé para que dos chavales pudieran competir en una competición internacional, se habían ganado su puesto, poseen un potencial terrible y no había dinero para el viaje”.
Pero yo entiendo perfectamente los que cambian los Juegos de los fastos a la Olímpiada de lo cotidiano. En un momento en el que el recorte es brutal en temas tan sensibles como la Educación, la Sanidad, el deporte… parece que los presupuestos que maneja la organización de unos Juegos descontrolan el ‘sentido’.
Nadie se creyó la encuesta que decía que el 91% de la población española quería esos Juegos. Nadie. Quizás se deslizó una coma y era el 9,1%. El apoyo venía de quienes ven peligrar los deportes que viven con pasión. Pero entiendo a quienes sufren el cierre de una guardería pública; quienes comprueban como en la residencia donde están hospitalizados el personal es mínimo y afecta a la atención del enfermo, así como la limpieza del hospital es justita y la comida deja que desear; entiendo a quien ven el incremento del número de alumnos por aula en los colegios, o las becas de acceso a la Universidad es una cuestión del pasado; entiendo a los que se quejan de la suciedad de las calles; a los que sufren el bajón de la seguridad en sus barrios; y al deterioro de las instalaciones deportivas, esas que se dirigen más a la salud y al ocio que al rendimiento profesional. Y todo ésto está ocurriendo en nuestras vidas.
Todos estos casos forman el programa de la Olimpiada de lo cotidiano. Los Juegos Olímpicos les queda lejos en estos momentos. Prefieren que alguien vote a favor estos otros Juegos del día día. Lo lamentable es que, también aquí, estamos recibiendo otra bofetada y patada en el culo.