Siempre he defendido que cada deporte tiene que dimensionar su instalación. Cada especialidad debe ser consciente de su potencialidad para atraer aficionados. El querer ser más grande que el de al lado, significará un fracaso total cuando la realidad se imponga al sueño. No hay peor imagen que una cancha vacía cuando se disputa un campeonato o un partido.
Es ridículo que deportes como el judo, la natación, el hockey, tenis de mesa… quieran instalaciones que acojan 10.000 personas. Es ridículo que el atletismo se empeñe en estadios con 30.000 personas o 50.000 de aforo. Es ridículo que un club de fútbol de una ciudad media-pequeña construya un estadio para 70.000 aficionados.
Lo que parece de perogrullo no lo es tanto cuando analizamos lo que nos rodea. El pasado fin de semana en el campeonato de España de atletismo en pista cubierta, Sabadell puso de largo una pista preciosa de unos 3.000 aficionados. Creo que la entrada fue libre. Y se llenó el recinto, ayudado por participantes, entrenadores y familiares. La sensación que ofreció fue de éxito. De ambiente único. De calor. Incluso varias filas de personas estaban de pie en los pasillos. ¿Exitazo? Pues relativo. Si esa misma entrada la situamos en el velódromo de Anoeta, la imagen hubiese sido triste y la sensación transmitida, de fracaso al llenar únicamente un tercio del recinto. Y con idéntico número de público.
Bajémonos del guindo de los bla, bla, blas. Un partido de pelota tiene lo que tiene, excepto las grandes finales. Un campeonato de natación necesita una grada pequeña. Un campeonato importante de atletismo, un recinto medio. Un partido de baloncesto una cuarta parte que un campo de fútbol. En San Sebastián 30.000 a 7.500, por ejemplo.
No he vivido competiciones con tanto calor y pasión como las que se organizaban en la pista barcelonesa de Serrahima o en el ya destruido Vallehermoso de Madrid. En la grada no había asientos vacíos, claro eran unos 2.000. Gente al borde de la pista. El atleta sentía la cercanía del aficionado. Sin embargo, quizás con más público, era una agonía ver competiciones en el estadio de Montjuic, en la Peineta madrileña o en el estadio de Anoeta de San Sebastián. Cemento y mucho cemento. ¿Es éso lo deseable? No. El sentido común y la responsabilidad deben impedir macroinstalaciones desenfocadas por la demanda de tal o cual deporte. La estrategia es plantear recintos comedidos y con futuro viable. Las ‘pistas-estadios-canchas’ olímpicas las dejamos para otros.