El penalti fantasma en el minuto 93 a favor del Real Madrid con el 1-1 en el marcador, es la historia que se repite todas las temporadas. Siempre la víctima es un humilde equipo que pelea por la permanencia, donde un punto es media vida, que lucha con un presupuesto de juguete… Esta vez ha sido el Elche. Queridos ilicitanos, pensad que es el peaje ‘necesario’ a pagar para hacerte equipo de Primera y codearte con clubes grandes que siempre se quejan y siempre reciben ayuditas. Y no siempre es una camiseta blanca la protagonista.

Lo de Muñiz Fernández es como para analizarlo. Árbitro provocador. Protagonista de sucesos en casi todos los campos. El penalti de ayer fue de escándalo. Ni los aficionados blancos podían articular la frase ‘penalti justo’. Imposible. Y bastante antes todos vieron la expulsión (minuto 33) de Sergio Ramos… excepto Muñiz. Casualidad.

Fue una derrota cruel para un equipo de los llamados a sufrir hasta la jornada 38. Los aficionados no se merecían volver a casa con acidez de estómago. En su regreso a Primera deberían disfrutar siempre. Ese puntito significaba un exitazo ante uno de los mejores equipos del mundo. Un silbato torpe borró en segundos la sonrisa de miles de seguidores del Elche.

Poco más se puede añadir. Todos los equipos con menos lustre de la Liga han atravesado esos túneles negros plenos de decisiones inexplicables. Es como el peaje para crecer en un bosque plagado de trampas solo para algunos. Es el rito del sacrificio en forma de puntos que debe ofrecer el pequeñajo en el templo de los grandes dioses.

Me pregunto yo para cuándo la ayuda de las tecnologías, ese ojo de halcón futbolístico que evitaría injusticias de calibre mayúsculo como la sonrojante escena vivida. Hoy es el Elche, mañana…