Despierto con frío. Con mucho frío.
La noche ha sido horrible. El termómetro marcaba 13º C. Me he tapado con 4 mantas. Y eso que he dormido vestida. Tenía puesta una camiseta térmica y dos jerseys. He llegado al límite de no poder moverme. No he dormido nada. Me duelen todos los huesos. Esto no le va nada bien a mi artrosis. Pero poco más puedo hacer.
En esta bendita casa vivimos mi madre, mis dos hijos y yo. Mi marido salió a por tabaco hace 3 años y todavía no ha debido encontrar un estanco.
La calefacción no la enciendo nunca. No porque no quiera, si no porque no puedo. El precio ha llegado a un límite que he decidido no encenderla para pagar lo mínimo. Cierro cada habitación a cal y canto. Es más, las ventilo muy poco. Prefiero que huelan un poco mal pero que no se enfríen demasiado. Cuando nos sentamos en el salón siempre con mantas. Y la televisión se enciende lo mínimo posible. Algún partido de fútbol que les gusta tanto a los críos o noticias que nos gustan a nosotras. Siempre la primera opción es jugar a algo, que la abuela nos cuente una de sus historias o simplemente charlar. Las luces apenas se encienden. Siempre que podemos usamos velas. Las cortinas siempre corridas para que impidan entrar el frío. Ordenadores no tenemos. Los móviles los cargo en la casa de la señora donde trabajo por las mañanas y a la tarde los usamos con el wifi del vecino que gentilmente nos ha permitido usarlo. Microondas sólo para el desayuno de mis hijos. La abuela y yo desayunamos y comemos en el trabajo. Yo cenar directamente no ceno. Mi madre alguna vez. Los niños comen en el colegio y luego son los únicos que cenan. Nosotras les decimos cuando llegan que ya hemos cenado o picado algo.
Nuestro extra llega los sábados en forma de pollo con patatas. Nos lo compra el vecino de enfrente. El mismo que nos deja usar el wifi. Yo a cambio le traigo un libro que me regala mi jefe; el señor Pelayo Gutiérrez, Catedrático de la Universidad Carlos I. Después de leer el libro se lo doy. Es un gran aficionado a la lectura. Igual que yo. Es de la única manera que yo le puedo agradecer tanto gesto solidario hacia mi familia.
La cena también es muy sencilla. Primero una ensalada que no hay que calentar. Luego unos huevos fritos, hechos con muy poca aceite y cocinados lo más rápido que pueda. Y para finalizar algo de fruta. La leche caliente la dejamos para el fin de semana. Pero solo para ellos.
Mi nombre es María Fernández Toledo. Ciudadana de este país.
Basado en una entrevista que escuché en la radio.