El pasado 13 de enero fue el Día Mundial de la lucha contra la depresión. Solo las personas que han pasado por esta enfermedad saben lo que es, cómo se siente y lo mucho que hay que luchar para curarse de ella.
Hoy no quiero hacer hincapié en aspectos negativos como son el estigma social, el comentario detrás de la espalda o las consecuencias laborales que puedan tener las personas que han vivido este verdadero infierno. Sí quiero decir que todo lo comentado con anterioridad me parece por lo menos curioso que siga ocurriendo cuando la inmensa mayoría de la gente ha pasado por una circunstancia como atravesar una depresión o algo similar.
Desde este modesto rincón que es “Historias cotidianas” quiero rendir homenaje a todas las personas que hayan atravesado por este pedregoso camino y enviarle un mensaje de esperanza; que tiene cura, que hay luz al final del camino y que con ayuda todo se puede lograr.
Los demonios jamás te olvidan
siempre vuelven para recordarte
que no se han ido
que están ahí
más lejos o más cerca de ti
pero están ahí
con su alargada sombra apuntando hacia ti.
Los demonios jamás te olvidan
son como el crudo invierno
preparados para helarte el alma.
Como el más caluroso de los veranos
amenazantes con derretirme por dentro
con destrozar tus auroras
con enterrarte en vida.
Los demonios jamás te olvidan.
¿Y por qué no ser sincero?
¡Yo a ellos tampoco!
Siempre pendiente de que aparezcan.
En cualquier suspiro
en cualquier anhelo
en cualquier recuerdo.
Jamás olvidamos a nuestros demonios
sentimos sus labios
amenazantes y sangrantes
su putrefacto aliento en la nuca.
¡Vete de una vez!
¡Yo no te llamé!
Si fue ella
márchate con ella.
Jamás sentí tanto dolor
nunca te pedí nada
solo tú me hiciste crujir en mil pedazos
solo tú me enseñaste el rostro de la muerte.
Solo yo me puedo poner mis vendas
solo yo puedo protegerme tras mi escudo.
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