Detener a una persona que tan solo quiere labrarse una vida mejor, es intentar poner tabiques en el mar. Más aún cuando a nuestros países de origen nos llega la información de que por un trabajo, más o menos digno, logras pagar un alquiler, comes y vistes de manera digna. Y cuando ves que a las familias les llega dinero de manera periódica y te cuentan todas las bondades del estilo de vida occidental.
Cierto es que en Europa con un trabajo así puedes tener una vida más o menos organizada. También es verdad que hasta que logramos tener un trabajo bien remunerado pueden pasar meses e incluso años. Pero con esfuerzo y tesón, ese sueño se puede hacer realidad. Nuestros descendientes tienen acceso a la educación y sanidad que en nuestros países de origen, por el mero hecho de haber nacido allí, se nos tiene restringido.
Pero a veces este sueño no se cumple. En el caso que logremos un trabajo, en muchos casos sufrimos explotación, discriminación y debemos enfrentarnos a situaciones infrahumanas. Piensen en los trabajos en invernaderos del sur de la península o pescando en el norte de Europa, teniendo en cuenta nuestra procedencia. Por no hablar de que muchas veces tenemos que vivir hacinados, bien en viviendas o en chabolas para poder subsistir. Para ello hemos realizado un viaje a través del desierto, llegando en patera, cuando no sabemos nadar; ya que no habíamos visto el mar hasta ese momento de montarnos en aquella pequeña barca. Dejando detrás una deuda que tardaremos lustros en finiquitarla.
Muchos días nos rinden respeto a todas esas personas que tan solo queremos labrarnos un futuro mejor. Nadie, en ninguna parte del mundo; deja su casa, su familia y su entorno por gusto. Tan solo si la necesidad aprieta, e incluso ahoga a ratos, te planteas dejar todo en busca de un futuro incierto pero con unas posibilidades infinitas de alcanzar y que si nos hubiéramos quedado en nuestro país, jamás lo alcanzaríamos.
Hoy nos rendís vuestros respetos; gracias. Pero os pedimos que mañana también.
Basado en hechos reales.