Madrid a 5 de agosto de 1939.
La noche era extremadamente calurosa. Anunciaba muertes injustas y venganza a partes iguales.
— ¡Las que vaya nombrando, salen al patio y se ponen frente al pelotón de fusilamiento! — dijo el militar con voz imperativa y odio sin límite alguno.
— ¡Carmen Barrero Aguado!
— ¡Martina Barroso García!
— ¡Blanca Brisac Vázquez!
— ¡Pilar Bueno Ibáñez!
— ¡Julia Conesa Conesa!
— ¡Adelina García Casillas!
— ¡Elena Gil Olaya!
— ¡Virtudes González García!
— ¡Ana López Gallego!
— ¡Joaquina López Lafitte!
— ¡Dionisia Manzanero Salas!
— ¡Victoria Muñoz García!
— ¡Luisa Rodríguez de la Fuente!
Las 13 mujeres, a las que con el tiempo y la memoria conocemos como “Las 13 rosas”, salieron al patio aterradas, resignadas y unidas hasta el último momento.
—¡ Y a estas 13 zorras les acompañará el hijo de la gran puta Antonio Torre Yela! — continuó el militar.
— ¡Antonio Torre Yela! — repitió con gran enfado.
— ¿No sales?
— ¡Ya te sacaré yo! — respondió él mismo ante un silencio sepulcral.
Después de más de una hora, el pelotón de fusilamiento realizó su cometido; que no era otro que asesinar a 13 mujeres jóvenes de las Juventudes Socialistas Unificadas, que su único delito era haberse apuntado a dicha organización para aprender diferentes cursos, como por ejemplo coser. Aunque oficialmente, el Consejo Permanente de Guerra, las fusilaron por “ser responsables de un delito de adhesión a la rebelión”.
Madrid a 19 de febrero de 1940.
— ¡Antonia Torre Yela!
— Presente — contestó ella con voz trémula.
— ¡Salga al patio y póngase frente al pelotón de fusilamiento! — gritó el militar con una sonrisa en el rostro.
Así fue cómo la rosa número 14 perdió la vida aunque durante más de 6 meses la salvó porque al entrar en prisión, el secretario apuntó Antonio en vez de Antonia.
Quiero recordar que este relato es un hecho real.