Nos pasamos la vida entera idealizando cómo fue esa primera vez.
Aquella primera profesora que nos marcó el camino de unos futuros estudios, ese primer beso en el patio del colegio, aquel primer amor de verano en el pueblo, la primera vez que tenemos relación seria de pareja, aquella primera vez que iniciamos nuestro camino en el sexo. También recordamos qué hicimos con nuestro primer sueldo, cuál fue el primer coche que compramos, siempre nos acordamos del primer viaje importante que hicimos o dónde estaba nuestra primera casa.
Desde este pequeño rincón de la literatura quiero reivindicar hoy y ahora, la importancia casi vital diría yo a estas alturas de mi vida cuando ya he sobrepasado de manera generosa el medio siglo, de ser el último.
Cómo gastamos nuestro último sueldo; aquel que nos abre las puertas a muchos años de entregarnos con los brazos abiertos a la vida sin planes previos, a dónde nos llevará ese último coche, qué lugares recónditos nos faltaba por conocer.
Dónde estará nuestra última casa; aquella donde recibiremos a nuestra familia; aquella que hemos construido a lo largo de nuestra vida y donde estarán los recuerdos de nuestro paso por la tierra. Y por supuesto dónde viviremos con nuestra última pareja, a quien daremos todos nuestros últimos besos, a quien daremos nuestros últimos abrazos y con quien pondremos punto y final a nuestras relaciones (de todo tipo).
Por esto creo que tenemos que poner más énfasis en nuestro día a día y así; sin prisa alguna, saboreando cada momento y casi sin darte cuenta, llegaremos a esos últimos momentos felices y abundantes preparados para saborearlos.
Guzmán Villardón Preciado; @GuzmanVillardon .