Ya estoy en el Continente Blanco. Ya les conté hace 15 días que me venía a la Antártida.
¡Ah!, una cosa que no les dije en mi anterior blog. Que conste que no voy a la Antártida porque hayan venido por aquí antes este mismo año, que, como saben, y si no se lo recuerdo, el pasado 14 de diciembre se cumplió 100 años de la llegada al Polo Sur por primera vez protagonizado por Roald Admunssen y su gente, otros alpinistas, como es el caso del trío que componen el BAT BASQUE TEAM, los amigos Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, realizando una aventura extremadamente eso, aventurera, recorriendo casi 4.000 kilómetros por la estepa helada en su expedición Naturgas/BBK Transantartika 2011, con cometas impulsadas por el viento, arrastrando un trineo y en esquís.
O la aventura de alcanzar el Polo Sur con un catamarán como lo hizo mi compañero de fatigas en varias expediciones árticas, Ramón Hernando de Larramendi, junto a Ignacio Oficialdegi, Juan Pablo Albar y Javier Selva. No. Para nada. Voy a la Antártida porque desde hace muchos, muchísimos años es un propósito que me hice. Quería ir al Continente Blanco.
Voy a contarles una anécdota que a mí, por lo menos, me hace mucha gracia. Soy friolero por naturaleza. Y he viajado mucho a las montañas del mundo, donde en según qué lugares hace mucho frío. Cuando empecé a realizar expediciones al Ártico, concretamente cuando fui al Polo Norte Magnético, me dijo mi madre, toda seria a la vez que inocente ingenua, ¿Por qué no vas al Polo Sur, que allí hará más calor?… ¡Cómo lo recuerdo…!
No voy al Polo Sur geográfico, pero si al cono Sur.
Un sueño
La Antártida para mí es un sueño de muchos años atrás, un sueño que éste 2012 lo estoy haciendo realidad.
No se crean, pero ya lo intenté en 1998, ya intenté embarcarme para ir a la Antártida. Les cuento: Me habían ‘recomendado’ en un barco militar chileno para embarcar en Punta Arenas (Chile) e ir a la Península Antártica en este barco que abastece sus bases chilenas antárticas. Cuando me presenté en el barco, pidiendo permiso al militar de turno de subir a bordo, y me solicitaron el pasaporte, al ver mi condición de español, literalmente me echaron del barco.
Dije que venía de muy lejos, que por favor…, etc., nada, me seguían echando; insistí que vengo de San Sebastián, del país vasco, que quiero hacer un reportaje de la Antártida; nada…, ni por esas. Requeteinsisto…, nada. Terminan diciendo, en el ejército militar chileno no repetimos tres veces las cosas –bueno conmigo, en aquél caso, sí…-, así que haga el favor de ir fuera del barco.
Ahora, sí. Me tuve que bajar.
¿Qué ocurría para que, estando ‘recomendado’ y con la plaza cogida, me echaran? Pues ni más ni menos que ese año 1998, el juez Garzón había arremetido contra el mismísimo Pinochet, gran amigo de los militares chilenos. Y claro, yo españolito de Passport, pues a la p… calle. Y me quedé allí solo en Punta Arenas, ¡con lo que llovía!, con el frío que hacía, hasta ver zarpar el barco del viaje de mis sueños.
Del Hespérides a las Torres del Paine
Pero esas cosas enseñan. Después del disgusto, al rato, tuve la oportunidad de subir al Hespérides, el Buque de Investigación Oceanográfica científico español que por aquél entonces todavía navegaba por la Antártida y que ahora incluye también los mares del Ártico. ¡Mira lo que son las cosas! que después, en agosto de 2007 tuve ocasión de visitar el Hespérides cuando estaba anclado en la bahía donostiarra. Me gustó lo que nos enseñaron del barco.
Después de aquello en Punta Arenas, totalmente desolado pero, por supuesto, superando cualquier vicisitud que se me presenta, me monté un viaje alternativo. Hice un trekking por las Torres del Paine, anduve en caballo, navegué por el río Serrano, visité los espectaculares glaciares, anduve pasando constantemente de Argentina a Chile y viceversa visitando Tierra de Fuego. ¡Espectacular!
Y también aprendí que ya no quería ir a la Antártida en un barco tan grande, ¡quería ir en un velero!, de eso me di cuenta en Ushuaia, cuando lo hablé con gente por allí contando lo que me había ocurrido y aún intenté embarcarme en alguno. Pero no lo conseguí. Ahora 14 años después, aquí estoy pateando por la Antártida ¡qué delicia!…, cumpliendo mi sueño.
La Gala del Montañismo Vasco
Supongo que la gala del montañismo vasco habrá sido un éxito y el que haya tenido ocasión de ir, lo habrá disfrutado. Y sigo acordándome de mi buen amigo Antxon Bandres, al que le dieron el premio Reconocimiento Miembro de Honor en un merecido y sencillo homenaje durante el transcurso de esa gala. El año que viene iré.
Que los vientos les sean favorables. Hasta dentro de 15 días. Entonces estaré a punto de llegar. Ya les contaré.