Desayuno con diamantes, digo, con focas en la Antártida (4ª parte) | Del mundo a la montaña >

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Juan Manuel Sotillos

Del mundo a la montaña

Desayuno con diamantes, digo, con focas en la Antártida (4ª parte)

Seguramente alguien tendrá ya ganas de que empiece a hablar de Etiopía. Les pido paciencia a quienes así lo deseen porque todavía, como se podrán imaginar, la Antártida, -pedazo de viaje-, da para mucho y con ella, con este viaje voy a seguir.

Una base, la Verdansky, por una libra

Seguimos navegando hacia el sur con un objetivo claro: llegar a la base ucraniana de Verdansky, situada en la latitud 65º 15’ Sur, el punto más austral al que llegamos. A partir de ahí el mar empieza a estar más helado y puede ser contraproducente meterse con el velero. Naturalmente no queríamos experimentar lo que sucedió a Ernest Shackleton cuando quedó con su barco, el Endurance (Resistencia) atrapado en el hielo en 1914. Visitamos la base donde fuimos invitados amablemente a un, ¡como no podía ser de otra forma!, vodka, que yo me perdí porque me lie a hacer fotos en la visita a la base, a sus mapas antárticos. Todo lo que son mapas me trae loco…, me gusta…

El amigo brasileiro y compañero de ¿camarote? –ya se acuerdan porqué lo digo, ¿no?, porque dormíamos en un par de literas en el pasillo…; se anima a tocar la guitarra y nos deleita con alguna bosa nova. Hizo lo propio un ucraniano con unas barbas impresionantes. Nada más verlas le pregunté si esa barba era desde que estaba allí. La respuesta fue afirmativa, no se había afeitado desde que entró en la base y no pensaba quitársela hasta que se fuera de ella. En total iba a pasar allí un año, aislado del mundo y de su gente… El barbudo también tocó sus buenas piezas, incluso las cantó, y así pasamos un buen rato nocturno en la base de Verdansky. Esto fue el 22-F. Esta base ahora ucraniana fue vendida por los ingleses a Ucrania por el simbólico precio de 1 libra. Les interesaba más esto que no pagar el desmantelamiento de la misma que costaría bastante más que una simple libra. Así que los ucranianos tienen presencia en la Antártica.

 

El museo británico

A la mañana siguiente -24 de febrero de 2012- regresamos a tierra para ver los últimos vestigios de lo que queda de lo que fue la base inglesa. Está ahora como museo y se puede visitar. Allí está intacto todo lo que utilizaban en la base: sistemas de comunicación, máquina de escribir, biblioteca, cocina, utensilios, todo resulta muy curioso puesto que tal cual la dejaron cuando abandonaron la base, así se quedó y así está.

Volvemos al barco y a partir de ahora tomamos ya rumbo Norte. Esto se acaba…, pero todavía quedarían sorpresas paisajísticas indescriptibles. Recojo de mi cuaderno de bitácora: “El paisaje es una pasada estamos volviendo por otro canal diferente al de ida, porque hoy vamos a Port Locroy desandando ya lo andado aunque por otros caminos, si bien la montaña son las que vimos en la ida. Vemos muchas focas. A la tarde veo dos ballenas, aviso a la gente. Les seguimos un poco en dirección contraria a donde ibamos pero se alejan. Que penita…. Al rato vemos otras dos. Más de cerca pero se alejan igualmente…”. Ciertamente no me canso de este paisaje, de esta fauna. Ciertamente no me canso de la Antártida…, y sigo leyendo e mi cuaderno, corroborando lo que yo mismo digo: “Estoy todo el rato fuera, en cubierta, para no perder imágenes de la navegación. Es una pasada de bonita…”

Atracamos en la bahía para visitar Port Locroy. Aquí estaremos dos noches. Llegamos al atardecer y leo de mi diario: “Hay una puesta de sol maravillosa. Salgo a hacer fotos y me quedo helado. Pero merece la pena hacer estas fotos porque son espectaculares”.

 

Desayuno con focas

Podría titular este ladillo “Desayuno con Diamantes” perfectamente, porque el espectáculo que veían mis ojos nada más levantarme era como un diamante en bruto. Amanecimos con un gran iceberg pegado a la eslora del barco. Un iceberg con focas que plácidamente descansaban encima del hielo y estaban casi dentro del barco… Por eso digo desayuno con focas. Yo cedí mi desayuno para hacer fotos y fotos y observar los movimientos de las focas. Era tremendo cómo intentaban algunas subir. Imaginénse, sin casi extremidades subirse a un pedazo de hielo que además resbala. Al final alguna foca lo consiguió, otras, exhaustas del esfuerzo, lo dieron por imposible, mientras sus hermanas focas veían impasibles todo lo que intentaban sus compañeras. Es un espectáculo. Verlo es más bonito que el mejor diamante del mundo y por eso digo también, desayuno con diamantes…

Después de disfrutar de semejante espectáculo desembarcamos a Port Locroy, una isla donde, además de haber una tienda de souvenirs británica –evidentemente no pude reprimirme y compré algunas pitxias-, era una impresionante colonia de pingüinos. Una visita ideal y magnífica. Nos explicó una guía algunos detalles de su presencia allí, así como algo de la vida de los pingüinos que habitaban la zona. Visitamos el museo de lo que fue la antigua base británica, convertida a día de hoy en tienda. Regresamos al barco y a la tarde visitamos otra cabaña-museo de la presencia británica en aquella zona.

Aquí me ‘escapo’ y me voy al monte solo. Me sigue la ayudante del capitán y la amiga Vero, a quien en el descenso le tengo que ayudar porque iba con botas de goma y resbalaba en la nieve. Había una buena inclinación y podía caer. No me canso de repetirlo y como escribía en mi cuaderno de bitácora: “Ha sido un día espléndido, una jornada espectacular. ¡Me gusta la Antártida…!

 

Rumbo al norte

Al día siguiente, 25 de febrero, sábado, levamos el ancla y ponemos rumbo norte a las islas Melchior. El día está gris y nieva. Pasamos por tramos de mar algo complicadillos por el hielo, el barco se monta en estas franjas de hielo y las atravesamos sin problemas. Se pueden pasar nervios, pero les aseguro que es una verdadera delicia navegar entre icebergs y con el mar helado, poniendo ese punto de aventura a la navegación.

Salimos por Neumar Channel cogemos el Gerlache Strait y por el Schollaert channel entre Brabant a estribor y Anvers island a babor afrontamos las Melchoir Island, punto de partida para afrontar el Drake Passage y Cabo de Hornos mañana domingo.

Seguimos viendo algunas ballenas. Hoy además, eso sí, algo lejos, hemos visto alguna orca. Y por supuesto, no dejamos de ver como todos los días, siempre que estamos cerca de la costa, a esos diminutos pingüinos nadar como locos pegando unos simpáticos saltos que nos alegran la travesía marítima. Estamos pegando ya los últimos coletazos en la Antártida y eso internamente lo noto, lo siento. Me da pena abandonar este magnífico y magistral paisaje. Tras el atraque en una ensenada salimos a tierra y algunos subimos a una montaña para contemplar las estupendas vistas que ofrecen las alturas.

 Nos vamos

Llega el día D. Vamos a salir de aquí. El domingo reunión. El capi –que sigue creando más tensión que buen rollito-, nos explica los vientos que tendremos de regreso hacia el Cabo de Hornos por el complicado pasaje de Drake. Ya nos adelanta que habrá movimiento. Nos explica que tenemos que recoger todo del barco para evitar que se caigan las cosas. ¡Evidentemente, lo hacemos!, off course.

Otra anécdota “capitaniana”. Como Cristiano, mi amigo y compañero de ¿camarote?, y yo no teníamos sitio para poder colgar los trajes de agua ni de frío, nos buscábamos la vida colgándolo en otras partes comunes del velero. Cristiano tenía perfectamente colgado su traje de agua, que utilizaba todos los días en las guardia, en la zona de calor del barco, y así de paso se le secaba. Pues bien, el capi no nos advirtió que teníamos que quitar también la ropa de allí a la hora de comunicarnos que deberíamos de recoger todo. Y además pensábamos que al estar perfectamente colgada, como había otras cosas comunes, como trapos de cocina, etc., cumplíamos con los “requisitos” al haber recogido todas nuestras otras cosas.

Pues bien. En un arrebato del capitán coge el traje de agua de Cristiano y literalmente lo tira con el máximo desprecio al suelo en presencia del propio Cristiano que, lógicamente se quedó helado, y no por el frío que hacía en la Antártida. A partir de ahí, Cristiano no deseaba otra cosa que llegar a Puerto Willians y olvidarse de este personaje. Transcribo desde mi diario, escrito minutos después de observar esta maniobra del capi y lo escribo con mi mala l…: “Es un impresentable. Definitivamente tengo que decir que este capitán no vale para esto. Como dice Fernando, en lugar de crear buen ambiente que es lo que le correspondería hacer, crea muchísima tensión en el barco. Es sin lugar a dudas…”, prefiero callarme y no escribirlo… Juzguen ustedes mismos. Esto no se hace… Ahí queda dicho. Aquí queda escrito.

Hacia las once de la mañana soltamos amarras. Emprendemos definitivamente el camino de vuelta. Viaje de regreso por el Drake que se lo contaré en la última entrega de la Antártida y comenzaré a desgranar lo que ha sido el trekking por las montañas Simien en Etiopía.

Que los vientos les sean favorables. Hasta dentro de otros quince días.

 

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Excursiones, viajes y experiencias en un entorno natural

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