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Juan Manuel Sotillos

Del mundo a la montaña

Duro regreso desde la Antártida (5ª y última parte)

Disculpar el retraso, para hablar de Etiopía y las montañas Simien, porque antes, por pura cronología, os hablaré de la extensión del viaje antártico a Tierra de Fuego en la Patagonia argentina. Eso será dentro de otros quince días. Comenzaré de todas formas donde lo dejé hace dos semanas. Terminamos nuestro periplo por la Antártida, exquisito viaje, y aproamos el velero rumbo Norte. Antes atracamos en las islas Melchior para preparar la navegación de vuelta. ¡Qué pereza!

Soltamos amarras el domingo 26 de febrero a las once de la mañana. Comienzan las guardias diarias y nocturnas, es decir, de 24 horas. Al spanish team –os recuerdo: Fernando Blanchard, su hermando Mané y yo-, nos toca a las doce del mediodía. No es mala hora. Al principio vamos con motor. Poco más tarde izamos la mayor y ¡ala!, viento en popa a toda vela…

 

Pasamos los últimos témpanos de hielo. El mar empieza a estar más movido. Nos espera una dura travesía. Otra vez empieza a correr por el barco el stugerol para el mareo. Empezamos a dejar el continente atrás. No puedo reprimirme y miro hacia él con nostalgia. Dentro de unas horas dejaremos de ver tierra para no ver más que agua por los cuatro costados y en muchas millas, nada menos que 500…

 

Rumbo 280º N. La deriva es bestial por el viento que hace. Recojo literalmente de mi cuaderno de bitácora: “Le sustituyo a Manel en el timón. Rumbo 280º. En mi turno se despliega la génova. Vamos con el viento, dos velas y el motor. Comen los dos y sube Fernando que coge el timón. Yo bajo a comer a las 2,15 el arroz y un plátano. Subo a cubierta a filmar las últimas imágenes de tierra, me despido con nostalgia dela Antártida, algo que había soñado tanto con ver y pisar, y ahora cumplido el sueño siento como que me ha durado poco…” No me quiero ir…

 

Viento en contra a toda vela…

A las 18 horas, fuera el motor. Vamos ya a toda vela. En mi cuaderno, cuando la ceñida, la gran ceñida con la que navegamos, escribo: “El viento no es muy favorable pues nos desplaza hacia el este y esto nos desviaría de nuestro rumbo, así que se hace más difícil la navegación”. De 9 a 12 de la noche es nuestra segunda guardia. Y al día siguiente nos tocó de 6 a 9 y 15 a 18 horas. Estamos en el lunes 27 de febrero. El barco se mueve mogollón. Es un poema comer, vestirse, ir al baño…, la sensación que tengo es de malestar general en todo el cuerpo. En esta ocasión, el viaje de regreso lo tenemos con el viento en contra y derivamos mucho hacia el este. No hay forma de llevar el barco con velas en el rumbo indicado, nos estamos yendo hacia las Malvinas… El viaje resulta super desagradable, escribo en mi diario. Pero hay que aguantar.

Hago de tripas corazón y voy filmando y haciendo fotos a ese movido mar con un gran oleaje. Después de las guardias, pasando ya de comer, me iba al ¿camarote?. Allí por lo menos estaba extendido en la litera y escuchaba música dando prioridad al disco que me grabó mi hermano José Luis, un gran forofo y fan de Leonard Cohen. Su último disco “Old ideas”, me encanta. Lo dicho, después de las guardia, a las 9 de la mañana me voy a tumbarme. Me levando para la de las tres de la tarde. Como un poco arroz y así escribo: “Esta será mi última comida antes de llegar a tierra. Paso de comer…”. Literalmente no paso de comer, pero sí me alimento los dos días siguientes a base de manzanas. No quiero oir hablar de comida, me pone mal cuerpo, bueno me agudiza más ese malestar general que llevo encima…

Derivamos hacia las Malvinas…, como que no, no es la ruta correcta, a corregir el rumbo…

A las cero horas del martes 28 de febrero comienza otra vez nuestra guardia. Hoy nos toca de las cero horas a las tres de la madrugada, de 9 a 12 y de 18 a 21 horas. El barco sigue completamente escorado a estribor. Mucho viento. Muchas olas. Mucho mal tiempo y frío. La vida a bordo se hace muy incómoda. La verdad es que se pasa mal. En alguna guardia me escaqueo de mi debver de llevar el timón por hacer fotos. Realmente, como les decía a Fernando y a Mané, es por una buena causa. Así que hice mogollón de fotos. Y mientras, Fernando o Mané al timón…

Miércoles 29 de febrero de 2012. Como dicen cada 14 de julio en sanfermines: “Ya falta menos…” Hoy guardias de 3 a 6, de 12 a 15 y de 21 a cero horas. Los días van pasando totalmente escorados en el barco. Es dura la travesía. El viento es tal que en la guardia de las 6 de la mañana a las 9 que la cogen el international team (el austríaco Georg, Cristiano de Brasil y el mañico Alvaro Blanchard) se les rompe la escota de la Génova. El capi enseguida repara la ‘avería’. Finalmente la deriva es tal que el capi decide arriar las velas y poner el motor. Así van pasando las horas, los días. Atrás hemos dejado el Pasaje de Drake y el Cabo de Hornos que ni lo vemos… También nos toca vivir y sentir y ver algún amanecer espectacular como el que nos tocó al spanihs team el mismo día que avistamos tierra, como se puede ver en la foto. ¡Espectacular amanecer!

Por fin, tierra

El jueves 1 de marzo de 2012 es el día que veremos tierra por fin. Nos toca turno de guardia de 6 a 9 y de 15 a 18. Ya no habrá más turnos nocturnos.

 

 

 

Nuestro destino es Puerto Toro. Según nos vamos acercando, vemos algún barquito pescador. Es la veda del centollón y ponen decenas de trampas por todo el mar. Antes nos vamos haciendo fotos en el barco a modo de despedida. Los cuatro de habla hispana, los Blanchard, Fernando, su hermano Mané y el hijo de éste Álvaro conmigo. Los maños y el vasco. Hemos hecho muy buenas migas y hemos vivido situaciones tensas, a veces complicadas, pero siempre con el ánimo en lo más arriba. Bonita experiencia. Buena convivencia.

 

 

¡Flahs!, caemos en una de ellas. Se nos ha enrollado algún cabo en alguna de las hélices del barco. Martín para el motor.

 

 

 

Vero, siempre muy viva y atenta, coloca su cámara go-pro en una caña tipo bichero, y conseguimos ver dónde está enganchado. Momentos de tensión en el barco. Ahí saca su mal genio el capi, creando muchísima más tensión. Lo mejor, ver, oir y callar. Y que hagan ellos, el capi y su ayudante…

Finalmente viene un barquito de pescadores chilenos que nos echan una mano. Tenemos tierra a la vista y no podemos desembarcar todavía. Estamos enredados con las trampas. Un pescador chileno, con el traje de neopreno y cuchillo en la boca, al más puro estilo tarzaniense, se lanza al agua para romper los cabos. Lo consigue. ¡Estamos libres!, seguimos rumbo a Puerto Toro.

 

 

 

 

 

 

¡Zas!, otra vez… ¡qué ridículo pensaría uno!, pues sí, nos hemos vuelto a enganchar las hélices con otra trampa. ¡De película!, nos está costando más llegar a tierra que la travesía de ese mismo día. Esta vez es Martín el que se enfunda su traje de neopreno, y al agua. Muy profesional él, la verdad que hace un buen trabajo. ¡Menos mal, de lo suyo sabe!.

 

 

 

 

 

Llegamos a Puerto Toro. Por fin, pisamos tierra. Saludamos a gente que nos viene a ver; a los pescadores que trabajar en el pequeño atraque. Una joven, Claudia, nos invita a su casa a todos a tomar algo. Ciertamente es una novedad que alguien llegue allí. Nuestra idea era ir a la Caleta Martial en el Cabo de Hornos, pero nuestra excesiva deriva hizo imposible tal arribo, así que atracamos en este diminuto lugar que creo no está ni en los mapas. Quizás si el capitán se hubiera enrollado más, lo habríamos conseguido. En fin, nos quedamos con las ganas de pisar tierra en el mítico Cabo de Hornos.

 

Al llegar, el capitán y su ayudante sacan cava y algo para picar. Celebramos que hemos hecho con éxito la travesía y el viaje.

 

Nos vamos los nueve a pasear por ahí. A conocer la diminuta localidad de Puerto Toro, las más austral del mundo. Nos hicimos fotos con la ermita más austral del mundo; en la playa más austral del mundo; en el puente más austral del mundo… Todo esto lo digo porque entre nosotros nueve que había muy buen rollo, tras tres semanas juntos, empezamos a vacilar con eso del lugar más austral del mundo, porque en Ushuaia también lo dicen, y también en Puerto Willians, cuando también está Puerto Toro… En fin cosas marketinianas…

 

Después del paseíto vamos a casa de la joven y nos hace salpillas, una especie de buñuelo dulce que, por cierto, estaba bien bueno. Llegan el capi y su ayudante. Tomamos zumo y agua. Se empieza a animar el cotarro y comienzan algunos a bailar chuecas. Nos presenta a sus tres hijos. Nos autoprenguntamos dónde estará su marido. Mejor callar… Puerto Toro es un lugar en el que habitan cuatro familias y media docena de militares chilenos. Estamos hasta tarde en su casa. Hay bailables incluso. Peer que se llegó a encariñar con el hijo pequeño de Claudia, fue el primero que se animó a bailar. Luego, ¡cómo no!, el animoso Mané a quien vemos en la foto luciéndose. Al fondo de la foto podemos ver a una Vero escandalizada puesto que Mané había dicho que le iba a coger a Claudia. Coger allí significa otra cosa… Y Vero, descendiente de madre boliviana sabía eso…

 

Regresamos al barco. ¡Sorpresa!, centollón para cenar. Aquí es hora de la pesca de este buen marisco, aunque dicen que es mucho más sabrosa la centolla. Los pescadores no lo venden por dinero sino que les gusta hacer trueque. No sé porqué lo cambiarían Martí y Pascale, pero el caso que tuvimos muy buena ración para esa noche y para el día siguiente.

 

Al día siguiente hicimos el último desayuno juntos en el barco. Ahora sí que sí, esto se ha acabado. Antes, Fernando quería regalar las botas de agua a algún pescador. Vamos él y yo a un barquito, nos invitan a un café y Fernando da las botas a un tripulante del barco. Mané y Álvaro y algún otro compi hace lo propio regalando algo de material a la gente.

Hacia las 11 de la mañana de ese 2 de marzo, viernes, iniciamos la navegación a motor hacia Puerto Willians, donde con “sol y moscas” como dirían mis, ahora grandes amigos maños, llegamos a las 14:30 horas. Ahora sí que sí. Ya está. La travesía completada. Y como tal, lo volvemos a celebrar. ¡Y cómo no!, una ducha en condiciones. Algunos llevamos tres semanas sin un aseo en profundidad. Ahora sí, en Puerto Willians toca. Y la disfrutamos.

 

 

 

Cada uno a su aire, vamos al pueblo a comprar bebida para la última cena, para la última noche. Un pequeño aperitivo y cervecita preparando la cena, son el preámbulo a la última cena que haremos juntos. La historia se acaba. Vino blanco para regar el centollón y algunos vino tinto para acompañar a la carne asada. Después al club naútico de Puerto Willians, donde algunos, unos más que otros, nos sinceramos con Pascale hablando acerca de la experiencia, y la convivencia… ¡No coment…!

 

 

 

Y ya por fin, el sábado 3 de marzo, despedida y cierre… Todos juntos foto con el automático. Después de bajar los petates del barco, vamos a realizar el control de pasaportes en Puerto Willians. Estamos en Chile y vamos a pasar por mar a Argentina.

 

 

 

 

 

Nos despedimos algunos con más efusividad que otros de nuestro capitán Martín Meyer y su ayudante Pascale. A las 14:30 horas el ferry nos deposita en Ushuaia. Fin de la experiencia antártica.

 

 

 

 

 

 

Conclusión del viaje: FANTÁSTICO. ESPECTACULAR. INIMAGINABLE. Pero, al loro, vigila con qué capitán te embarcas… ¡Claro!, ¿cómo no va a ser fantástico con imágenes como éstas? ¡Disfruténlas!, tanto como yo he disfrutado en la Antártida sacándolas.

 

 

 

 

 

 

Que los vientos nos sean favorables. Hasta dentro de quince días.

 

 

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Excursiones, viajes y experiencias en un entorno natural

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