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Jon Piorno

Detrás de los focos

Carlos Soria, el alpinista que desafía a la naturaleza ascendiendo ochomiles con 75 años

 

 

“Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena” decía el cineasta Ingmar Bergman sobre la vejez. Y parece ser que un tal Carlos Soria se lo ha tomado al pie de la letra, excepto por lo de cansarse mientras escala montañas porque a este alpinista de 75 años si algo no le falla son sus piernas, que son sin duda más fuertes que las de la mayoría de jóvenes.

Su secreto para conseguir esa fortaleza es entrenar diariamente entre tres y cuatro horas realizando ejercicios aeróbicos, de equilibrio y esquí de fondo o bicicleta para fortalecer las rodillas. Además de tomar un buen desayuno: kiwis, Rooibos con leche de avena, cecina, cereales, ajo, pan aceite de oliva y miel. Pero el mayor entrenamiento es el psicológico, hay que ser mentalmente muy fuerte para proponerse estos retos y llegar a cumplirlos.

El pasado mes de mayo este abulense consiguió nada más y nada menos que ascender su 12ª montaña de más de 8.000 metros a sus 75 años, el Kanchenjunga. Antes ya había hecho cumbre en el Nanga Parbat (a los 51 años), Gasherbrum II (55 años), Cho Oyu (60 años), Everest (62 años), K2 (65 años), Shisha Pangma (66 años), Broad Peak (68 años), Makalu (69 años), Gasherbrum I (70 años), Manaslu (71 años) y Lhotse (72 años). Ya solo le quedan dos ochomiles para completar todos, el Dhaulagiri y el Annapurna, quizá la montaña más temida por los alpinistas.

Sus méritos no acaban ahí, sino que además se ha convertido en la persona más mayor en hacer cumbre en el K2, Broad Peak, Makalu, Manaslu, Lhotse y Kanchenjunga. Y en 2010 terminó otro reto, ascender la montaña más alta de cada uno de los 7 continentes: Elbrus en 1968, McKinley en 1971, Aconcagua en 1986, Everest en 2001, Mont Vinson en 2007, Castensz en 2010 y Kilimanjaro en 2010.

Sus inicios

Pero su afición a la montaña comenzó muchos años atrás, en plena posguerra, en la década de los 50 ya empezaba a escalar sus primeras cimas en España. Su amor por este deporte nació con 14 años cuando pasó 15 días con su amigo Antonio Riaño en la sierra de Guadarrama. Pronto se iniciaron en la escalada (por entonces utilizaban el hierro y el cáñamo para escalar), para pasarse rápidamente a la ascensión de montaña.

Unos años después ya viajaba con su moto Vespa de 125cc para escalar Los Alpes, e incluso se atrevía con la montaña más grande de Europa, el Elbrus. En los 70 iba a dar un nuevo paso, en 1971 viajaría a Alaska para ascender el Mckinley con esquíes.

El Himalaya se le atraganta

En 1973 se encaminaría con las primeras expediciones españolas hacia el Himalaya, concretamente al Manaslu, pero un temporal inhumano y unas terribles avalanchas le impidieron llegar a la cumbre. Dos años después lo volvieron a intentar, pero Carlos pese a la fortaleza que tenía por aquellos años no pudo llegar a la cima porque se puso enfermo en mitad de la ascensión. Sus compañeros Jerónimo López y Gerardo Blázquez conseguían ser los primeros españoles en hacer cumbre en un ochomil. También lo intentó en el Broad Peak, en Everest y en Nanga Parbat, pero la mala suerte se cebaba con este alpinista abulense que por una causa u otra no llegaba a hacer cumbre en ninguna montaña del Himalaya.

El alpinismo español de aquellos años poco tiene que ver con el actual, los piolets eran de madera, las ropas muy pesadas y abrigaban menos, las botas eran perfectas para sufrir todo tipo de congelaciones, las tiendas de campaña eran infinitamente peores y los materiales eran mucho más pesados. Carlos aprovechaba sus vacaciones y días libres como tapicero para dedicarle tiempo a su verdadera pasión, la montaña, ya que en aquellos tiempos era impensable vivir de este deporte. De aquella época Carlos afirma que lo único que todavía utiliza son los patucos de Pedro Gómez.

Recupera la buena suerte

Fue en 1990 cuando se acabó la mala suerte de Carlos Soria, junto a Pedro Nicolás afrontó su octavo intento por ascender un ‘ochomil’ pero esta vez sí lo iba a conseguir. Y a partir de ahí iban a ir cayendo un ’ochomil’ tras otro, incluso el Broad Peak que lo conseguiría al sexto intento. Otra espina clavada era el Manaslu, a los 71 años logró lo que no pudo hacer a los 24 años, y demostró que no es cuestión de edad sino de actitud. Y el pasado mes de mayo lograba su 12º ‘ochomil’ tras superar el siempre duro Kanchenjunga.

Durante estos últimos años ha habido muchísimas alegrías, pero el alpinismo también tiene sus momentos duros, especialmente cuando pierdes a un compañero. Fue el caso de Pepe Garcés, que falleció en 2001 cuando pretendían ascender al Dhaulagiri, la montaña que más teme Carlos Soria. Pepe sufrió una caída mortal, se resbaló y se precipitó al vacío cuando descendían la montaña tras renunciar a hacer cumbre.

Pero sobretodo le ha dado momentos indescriptibles: la montaña le hacía olvidar las penurias que se vivían en la España de la posguerra, ha podido contemplar las impresionantes vistas al ver amanecer desde más de 8000 metros, y ha llegado a conocer el amor de su vida, su mujer Cristina, a la que conoció en La Pedriza.

Así es Carlos Soria, un tipo diferente, un hombre que morirá antes que rendirse porque su vida es la montaña, y el día que no la pueda saborear es porque ya no podrá dar un paso más. Con 75 años y todavía le quedan retos y objetivos que cumplir, muchos pensarán que se le está acabando el tiempo pero su fuerza psicológica es más poderosa, y sigo creyendo que lo logrará, que conseguirá ascender esos dos ‘malditos ochomiles’ que le quedan, el Annapurna y el Dhaulagiri, y que cuando lo consiga se le caerán las lágrimas recordando a todo aquel que luchó y le apoyó en su reto personal, y sobre todo recordará a aquellos que como Pepe Garcés murieron por el camino.

Ese es Carlos Soria, un hombre humilde y del que todos deberíamos aprender, porque él es la excepción que confirma la regla.

 

El deporte es la perfecta excusa para contar impactantes historias que las cámaras no llegan a captar.

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