Si serlo es convertirse en un tirano insensible desde luego que ni de casualidad me pillan en esa. La gente de esta ciudad es dura, muy dura, no es que tengan capas y capas y en el fondo algo blandito. Qué va! esta gente se ha petrificado tanto como los edificios que les rodean. Desde luego que la city es exigente y competitiva pero no como para dejar de ser humano durante más de 8 horas. Se trabaja duro, puede que más que en otras partes del mundo por la competencia monstruosa que crece a tu alrededor, las distancias no ayudan y desde luego que no ayuda la actitud de muchas de las personas que habitan la ciudad. No me considero la alegría de la huerta, de hecho es que ni regalo sonrisas pero aquí es too much. Tanto que han perdido la habilidad de relacionarse, no saben ser asertivos, son ‘disfuncionales emocionalmente’ y resulta triste solo mirarles. Les ves que corren de arriba abajo intentando llegar a todo pero el segundo que tienen para respirar y vivir lo malgastan. Saben de dinero sí, pero no de personas y late por tanto una involución humana que se traduce en consultas de psiquiatras llenas de neoyorquinos tratando su neurosis. Estoy segura de que ahí fuera entre al asfalto y el cemento hay personas maravillosas pero parece que cuesta serlo siempre y cuando no haya una propina entre medio. El catalizador de esta reflexión es mi profesora de historia y arte documental, orgullosa e inteligente new yorker que un día se dejó olvidado su corazón en una caja donuts y se lo tragó.