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Javier F. Barrera

Donostistorias

La Consti es la Consti

Hace un par de meses leí que le habían cambiado el nombre a la Consti. Todo volvió a su sitio en poco tiempo, pero la ocasión me permitió rememorar lo que esta plaza supone para mí y para cualquier donostiarra. He abierto mi corazón para escribir este artículo. Me ha costado mucho, pero cuando he terminado, me he sentido mejor.

-La Consti y la madurez
Gin Tonics en Aixepe, nuestra sociedad en Loviejo. La antigua casas holandesa. Alegría que se desborda. Es la Arriada de 2012, con mis amigos y mi familia. Madurez y diversión. La mitad de mi vida y sonrisas. Sin complejos. Disfrutando y sabiendo disfrutar. Brindé por mi amigo que ya no está. La última vez que nos vimos filosofamos en la Consti. Yo le anuncié que me iba a casar. No sé por qué, fue una despedida. Su hija había convertido la Consti en el patio de su casa, donde jugaba a diario. Era la Consti del futuro que había llegado ya, limpio. Y con una enorme sonrisa que escondía un largo adiós de tristeza en las olas de la Concha, abajo; y arriba, en todas las montañas que subimos juntos, que eran sueños, me dijo que creía que podía volar.

 

 

4.-La Consti y la Universidad
La Consti era la Librería Lagun. Poesía y Filosofía, Ensayo y Teatro, Sociología e Historia. Lagun tenía un escaparate tan apetitoso como la barra del Ambrosio, que estaba y sigue estando más o menos enfrente. Para mí, para nosotros, los chavales que aquí habíamos crecido y ahora estábamos en la Universidad era, cada viernes, como un rito. Pillábamos en Lejona-Leioa el bus de vuelta y, por la tarde, nos íbamos a Lagun a mirar libros y a comprar algún tocho que ahora no me leería ni muerto. Luego, nos ibamos de potes. Todavía recuerdo el olor de la librería y cómo huele un libro nuevo cuando lo abres. La vida y el mundo nos esperaban.

3-La adolescencia y las chinchetas
Esta parte de la historia es terrible. La cuenta mi primo, Mikel Díaz Larzabal. Hay que evitar el deja vu, pero hay que tratar de recordar una parte de la historia que muchos no conocen. Se lo quiero dedicar a aquellas tardes de funerales en Santa María, lloviendo y gris. Y a aquella chincheta. Y a Ángel y Silvia, que me apodaron Javito. Esta es la parte punk que gracias a dios nos dejamos por el camino.

El texto se titula ‘Viva la pena’, y sus párrafos dicen cosas así: “En la plaza de la Constitución nació mi abuelo, Juan Larzabal. La Consti, como la llamábamos nosotros, está situada en el centro de la Parte Vieja de San Sebastián. En esa plaza pasé la mayor parte de mi infancia, mi adolescencia y mi juventud”. “De 1978 a 1983 en la plaza de la Constitución se consumió y se traficó con droga de un modo abierto y desmesurado, alarmante, brutal”. “Al echar una mirada atrás no necesito hacer ninguna operación matemática para saber que más de la mitad de mis amigos están muertos, encerrados en un psiquiátrico, deambulando por las calles de alguna ciudad o vegetando en casa de su familia”.

2-La infancia y los tebeos
La Biblioteca de la Consti guardaba en la buhardilla uno de los secretos mejor guardados de Donosti: la biblioteca infantil, soleada y con terraza, con todas las colecciones de Asterix, Zipi y Zape y Tintín…. Siempre me perdía entre esos tebeos que ahora me permiten ser niño cuando soy hombre.

Recuerdo las horas muertas de las tardes de verano leyendo las aventuras del Marsupilami, tras subir por aquellas escaleras como con alfombras rojas y, después, hasta la ganbara, por unas de madera desastradas que, al final, arriba, ofrecían la mejor recompensa que un niño ávido de aventuras podía tener: todos los tebeos del mundo a su disposición y todo el tiempo para disfrutar de ellos. Me pregunto que habrá sido de aquella biblioteca, de aquella sala donde aprendí a soñar.

1-Nacimiento: Virutas
Mi tío-abuelo, Recarte, en la carpintería de la Consti, trabajando la madera. Tengo ese olor en mi nariz desde toda la vida. Y cómo el cepillo rascaba la madera hasta dejarla lista mientras el suelo se quedaba cubierto por las virutas que luego, con jolgorio, recogíamos todos los primos con nuestras pequeñas manos y depositábamos en un gran saco. La carpintería en penumbra, el orgullo de que tu apellido esté escrito en la Consti. Y sobre todas las cosas, habérsela enseñado a mi hijo.

Espero que os haya gustado. O no. Nunca se sabe. Pero me vais a permitir que os pregunte por vuestros recuerdos de la Consti. Y gracias.

 CRÉDITOS
Los dibujos los he ido escogiendo de Google Images. Gracias.

Regreso a la ortodoxia punk

Sobre el autor

Nacimos en Donosti con el Baby Boom de los sesenta y nos encontramos en mitad de todo: de nuestra vida, de nuestros sueños y de nuestros fracasos. Es hora de recuperar la ilusión perdida y nada mejor que un regreso a la ortodoxia Punk para criticar todo con una sonrisa.


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