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Javier F. Barrera

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Aldapeta, el Txomin y todos nosotros

Aldapeta era el nombre que rotulaba nuestras camisetas de balonmano, de fútbol, del deporte que fuera. La que más nos gustaba a Carlos Casal y a mí, la que luego recordamos en las largas noches de invierno en Algorta, cuando estudiábamos en la UPV, fue la que llevaba los colores del Ajax, entonces archifamoso por Cruyff y la Naranja Mecánica. Era blanca con dos grandes franjas rojas.Yo llevaba el número 13. En Facebook hay una foto de un equipo de fútbol del cole con esas mismas camisetas. He dicho las mis-mas 😉

Aldapeta era también la palabra que lucíamos en el pecho, en las camisetas que era rojas si estabas en el grupo A, azules en B, blancas en C y verdes en D. En mi caso, entré en la B y ahí seguí hasta que llegó COU, que me tocó el grupo A por aquello de Ciencias, Letras y Mixto. Esas camisetas se compraban en Deportes Alzugaray, en los arcos del ‘Buenpas’. Aldapeta también eran los nombres de nuestros equipos en las competiciones. Nosotros jugábamos a balonmano y llegamos  a una final del campeonato de Gipuzkoa. La releche. Aldapeta es, en fin, la dirección del cole donde pasamos toda nuestra vida hasta que salimos a la Universidad, ya con los 18 años cumplidos.

Y cuando dejamos aquella cuesta y aquél conjunto de edificios con los pabellones Santiago y Beloka, con aquel cuartel de los grises (antiguo color de la Guardia Armada, que para los ochenta ya era Policía Nacional y eran de color marrón), nos dejamos también toda una etapa de nuestra vida en la que fuimos tan felices.

Ha pasado tanto tiempo que apenas queda ya nada de todo aquello. Ya no está Deportes Alzugaray para comprarse una camiseta y enfundársela para chulear por ahí. La última vez que estuve, en los años noventa, me dijo una señora muy amable que ya no se vendían y que la última remesa la regalaron a una ONG y que las repartió por Cuba. Aunque, como mis sobrinos andan ahora en Summa, les he acompañado ya un par de septiembres a lo que era el cine y les hemos comprado chandals y equipación deportiva con el nuevo nombre y el nuevo logo.

Tampoco queda mucho del antiguo colegio, de los antiguos edificios, y menos que va a quedar con las obras que están acometiendo Quizá ahora es un buen momento para recordar  aquél lejano primer día que asomé la cabeza al patio y era uno solo, todo corrido hasta el CEM y con dos puertas en las verja verde que daban acceso al mítico Barranco.

Qué cantidad de recuerdos, pronto se me van a caer un par de lagrimones…. Sigo. Y cuando esos septiembres que acompaño a mi hermana a por la equipación deportiva de mis sobrinos, no puedo dejar de pasear por esos pasillos donde fumamos nuestros primeros cigarritos con Jalaka y Fernández Oyarbide, Alberto Mozo y Arturo Muñoz. Y, de repente, hasta que empezaron con lo de las obras, ver las orlas de las antiguas promociones con los antiguos alumnos y encontrarme de morros con Don Manuel Santos, con Jalaka padre y con mi padrino, Pit Larzabal. Tengo que reconocer que es emocionante.

Sigo paseando esos pasillos que ahora son recuerdos y me sale a borbotones, con cariño, a la señorita Mercedes en la B y a Don José en la A. A Don Ricardo y a Don Carlos en 3º. A Don Florian y a Don David en 4º, ya en el Pabellón Santiago, sobre el frontón grande.  Y ya a quinto. Con Don Isidoro, a quien le pedíamos siempre no sé por qué cacahuetes y Don Francisco. Luego llegó sexto, y siento pena de recordar a Don Emilio Ruiz, el Bombillón, como un ser cruel, que nos tenía atemorizados. Sin embargo, creó El Chivato, un dazibao, es decir, un periódico mural que despertó mi vocación por el Periodismo, gracias, Bombi,

Y de ahí a séptimo de EGB. Qué coincidencia. Ahora es primero de la ESO y hoy mismo me acabo de despertar a las 6.30 en punto de la mañana, he desayunado con mi hijo Andrés y lo he dejado en la parada del bus. Ya está en el Insti y es el mismo curso. Y es en Séptimo de EGB, actual primero de la ESO, cuando apareció Txomin en nuestras vidas.

En nuestro caso, y sería 1977. Entró en clase y se anunció como nuestro tutor. Dijo su nombre una sola vez: “Don Juan Domingo Madinabeitia, pero todos me llaman Txomin”. Txomin fue nuestro tutor en un tiempo de cambios dentro de nosotros mismos y dentro de una sociedad que no la iba a conocer ni la madre que la parió en cuestión de un par de años. Franco la palmó cuando estábamos en sexto de EGB y ya en séptimo todo resultaba vertiginoso,, empezando por lo que nos pasaba a nosotros mismos en nuestros adentros, que dejábamos de ser unos enanos para empezar a ser unos adolescentes que maduraríamos en BUP con el comienzo de la década de los ochenta.

Y ahí estaba Txomin, un marianista de tomo y lomo con un perfil completamente diferente a todos los que habíamos conocido hasta entonces,. Txomin nos obligó a memorizar los 12.000 verbos franceses y todas sus comjugaciones con aquel libro rojo de tapas duras. Créeme, lo tengo ahora aquí mismo, a mi lado. Txomin era nuestro tutor, nos daba francés a golpe de dictados y preguntas sobre conjugaciones de verbos franceses, siempre de cinco en cinco y siempre con un maldito Passé Compossé por medio,  pero también era el que mandaba en el CEM. EL CEM, bajo el ‘patio de arriba’, junto a los vestuarios. El Centro Económico Marianista, que vendía bocatas de chorizo grandes y pequeños a 7 y 14 pelas, y de sardinas o queso los viernes. Con aquella fila de a dos de enormes futbolines y la barra donde estaba Txomin vendiendo las chuches. Frente a aquella barra había una pequeña mesa de billar. Luego unas mesas de lectura con tomos de tebeos encuadernados en verde y azul completamente desgastados y, al fondo del todo, dos mesas de ping pong. Y se acababa. Luego, con el polideportivo, quiero recordar que se tiró el muro y estaban conectados, pero eso no ocurrió hasta casi una década después.

Txomin no paraba. Era también el jefe de los patios, que eso en Marianistas es superimportante. Y jefe de los deportes. Le dio por aquél entonces por comprar una máquina. Desde ese momento, la máquina, que la leyenda decía que solo tenía la Real. Era una gozada, enorme, y se ubicó en una habitación adecuada a la Máquina ex profeso. Era alemana o así y era como una estación deportiva con 20 tipos diferentes de aparatos, todos integrados en la Máquina. Increíble. Una vez que consiguió que en Marianistas estuviera aquella Máquina, el siguiente paso fue el polideportivo. Empeño suyo personal, que consiguió como tantos otros que acometió en su fecunda vida.

También, nos llevó a París. Flipante. Ahí que nos fuimos muchos. Con el Txomin a París en la Zanahoria de Martín, La Mandarina ya no daba para más. Antony era el destino, donde están los Marianistas en París. Aquello sí que era Europa. Tenían polideportivo y psicina cubierta y climatizada.  De no creer. Por comentar algo, recuerdo que Txomin nos explicó desde el autobús cruzando los Campos Elíseos que en “ese cine, se lleva proyectando Emanuelle cinco años consecutivos”. El Txomin nos explicó E-SO.

Txomin infundía respeto, pero no era cruel. Era duro, pero la vida, ahora lo sabemos, también lo es. Fue un buen profesor y una persona inconmensurable, al que todos recordamos con cariño.

Así era Marianistas aquellos años entre 1970 y 1983 en el que todo cambió. Así era Aldapeta, el Txomin y todos nosotros. No está de más echar la vista atrás y sonreír entre tanto lagrimón ahora que me cuentan que el Txomin nos ha dejado para siempre.

Txomin, Goian Bego

(Pero seguro que está ya montando un partido entre marianistas y ex alumnos. Pero fijo)

 

 

 

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Regreso a la ortodoxia punk

Sobre el autor

Nacimos en Donosti con el Baby Boom de los sesenta y nos encontramos en mitad de todo: de nuestra vida, de nuestros sueños y de nuestros fracasos. Es hora de recuperar la ilusión perdida y nada mejor que un regreso a la ortodoxia Punk para criticar todo con una sonrisa.


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