Hasier nació con dos cabezas y tres corazones. Solo se ha ido uno de cada. El resto vive para siempre con nosotros. Hasier hablaba con los habitantes de los bosques, le explicó a mi Andrés quien, absorto, le escuchaba como solo escuchan los niños a los niños grandes que como Hasier alimentan la ilusión. Sabía cocinar con Las Cuatro Salsas: la roja vizcaína, la verde para la merluza, la blanca del pil pil para el bacalao, la negra de los txipis y la azul de los sueños. Nadie nunca habló con tanto amor de Euskal Herria, cosió heridas y tendió puentes cósmicos, con ventanas a lugares llenos de poesía y canciones, de versos malditos y duros cargados de la razón de los valientes. Desde la humildad se enfrentó a la realidad y logra salir indemne. Era tal cual. Hasier se despertó una mañana con la cabeza sobre un charco y no sabía en qué continente estaba. Debió ser una noche mala de esas que dan envidia. Cenamos en el colombiano de mi barrio de Granada, la vieja judería, y le vi hablar con sus piedras. Andaba leyendo en euskera el Ulyses de James Joyce y estaba muy mosqueado, porque no estaba de acuerdo con la primera frase. Me lo contaba mientras conducía para almorzar en un caserío. Le dije que lo cotejara con el Ulyses en castellano que tenía en la parte de atrás del coche (hay que ser de los que llevas el Ulyses de Joyce en la parte de atrás del coche, claro), y se giró como un calambre, alargó su brazo fuerte brazo, lo trincó y lo abrió por su primera página. Leyó fulminante la primera frase y, paró. Me miró y sonrió. “Tenía razón”, dijo. Y empezó a construir una teoría líquida sobre por qué esa primera frase en euskera del Ulyses no era la adecuada. Hasier es así, construye euskera, el amor de su vida. Como LU. Como sus hijos, como su tierra, como Zuzeu, esa niña de sus ojos que alimentó día a día enseñando no sólo Periodismo sino enseñando a pensar. Supongo que ahora, desde el dolor de la rabia, de las lágrimas sin lluvia, recuerdo a Hasier aquella tarde de Nochevieja en Gaztelu. Inmenso. Lisérgico. Risueño. Activo. Muerto de miedo. Esperanzado, que con su magia milenaria, conquistó con sus palabras el corazón de mi hijo. Y el mío. Y el nuestro.
Eta lo bagaude, zertarako amestu?
Ta zertan esnatu hemen ez bazaude?
Eta lo bagaude, zertarako amets egin
etorriko diren egun libreekin?
Zertan amets egin?
Y si estamos dormidos
¿Para qué soñar?
¿Y para qué despertar si no estás aquí?
Y si estamos dormidos
¿Para qué soñar con los días libres que llegarán?
¿Para qué soñar?