Sería más cómodo para los que ejercemos en este oficio de
analizar día a día lo que pasa escribir cosas etéreas, hablar del sexo de los
ángeles o hacer brindis al sol. Pero no, lo emocionante que también tiene el
periodismo son los altibajos de una larga temporada futbolística. No podrá
negar nadie que la Real
jugó más que aceptablemente en los tres primeros partidos de su regreso a
Primera y resulta comprensible que se lanzaran todo tipo de elogios.

Se lo habían ganado porque en el ambiente existían dudas sobre
el comportamiento que podría tener un equipo recién ascendido y esa respuesta
destacada del grupo disparó los acontecimientos. Fueron ellos mimos, con su
entrenador a la cabeza los que advertían de la excesiva euforia, pero había que
permitir a la gran afición realista vivir alterada por las emociones que
ofrecía su equipo.

Y, de repente, nos plantamos en Pamplona y el castillo se
desmorona. Desaparece aquel equipo, se diluye su garra y nos venimos a casa con
el rabo entre las piernas. Que nadie se engañe, esto será así y se recomienda a
quien no sea capaz de aceptarlo que se mentalice para no sufrir más de la
cuenta. Sólo basta con recordar que en las dos últimas jornadas de la pasada
Liga de Primera había aún diez equipos que peleaban por no descender. Alguien
duda de que esa será nuestra Liga a partir de aquí? Paciencia, por tanto y que trabajen los que
salen al campo a defender nuestro emblema.