Desde la época del inolvidable dúo Ormaetxea/Boronat, cuando ganamos las dos Ligas, la Supercopa y todo aquello, la Real tuvo siempre altura de miras para congregar en Zubieta su centro de formación que creyó necesario para que se formaran los jugadores que se iban a convertir en los defensores de nuestra camiseta. Recuerdo a Boronat en sus viajes a Liverpool para comprobar cómo en el fútbol inglés era moneda común que los jugadores estuvieran más tiempo en el trabajo que en casa, algo que nos toca hacer a todos los que tenemos la fortuna de disponer de un centro de trabajo.
Pero por una cosa o por otra, Zubieta empezó a intentarlo, pero no cuajó, que si era un sitio lúgubre para pasar noche, que si la cultura en el fútbol español era otra… Lo cierto es que ahí quedó el intento. Hace poco nos enterábamos que en Zubieta, en sus vestuarios, se hacían obras y es que vuelven las intenciones de hacer un lugar de trabajo acogedor para esos chicos que tienen que aprender a hacerse profesionales a base de meter horas para intentar mejorar.
Montanier trae, por tanto, intenciones diferentes, aunque ya conocidas y no practicadas. Que Zubieta sea la segunda casa para quien trabaja de futbolista es algo tan normal como que la nuestra, la suya, la de los que trabajamos, tenemos en el lugar de trabajo no solo como segunda casa, sino que por número de horas es casi la primera. Que salga bien y sirva para mejorar.