La que se pudo armar el domingo en
Anoeta hubiera sido aún mayor si el partido no acaba con ese resultado
contundente con el que la Real dio otro gran paso hacia su objetivo.
Hasta la presencia de las pistas son un resguardo para actuaciones como
la de Pino Zamorano, que exasperó a los uno, luego a los otros y al
final a todos, hasta a los que hubieran ido al partido sin ser ni de un
equipo ni del otro. Lo que quedó es lo importante, lo que se traslada a
la clasificaciòn, porque los detalles de entre medio tendrán sus
consecuencias disciplinares tras la revisión que hagan de todos los
incidentes lo que están encargado de ello.
La Real acabó auténtica, se creció ante la adversidad y demostró esa
ambición que se le pide a un equipo que aspira a lo que aspira. Porque
también los visitantes llegaron a Donostia con aspiraciones y por mucho
que su entrenador nos quiera convencer de lo contrario, el único gol que
marcaron fue de un penalti y no se debió pitar. Más aún, se tuvo que
anular por la entrada en el área antes de que lanzara su compañero, del
jugador que remató a gol el rechace de Bravo.
A Pino se le fue el partido de las manos y ante las numerosas
provocaciones desde dentro del campo y sus alrededores se complicò la
vida. Ya no se sabía lo que pitaba y menos mal que no hubo dudas en los
goles de la Real ni que el Levante metiera miedo a Bravo, porque el
resultado pudo ser otro. Pero no lo fue, porque la Real también se
mostró agredida y geniosa, hasta el punto de marcar en los cinco últimos
minutos los dos goles que colocaron el mejor resultado que perseguía.
Con el empate teníamos el average perdido y un solo punto que sumar, al
final fueron tres y también la ventaja de los goles, ya que en Valencia
fue la primera derrota de la Real con el único gol azulgrana también de
penalti.
La primera parte realista mereció incluso más que el gol de Bueno, en
otro servicio de Xabi Prieto que los que estábamos en Anoeta sabíamos
que iba a servir para algo bueno. Y Bueno lo hizo maravilloso, una
ventaja que venía bien para tomarle el pulso al partido y obligar al
Levante a despejar su campo. Y es verdad que el balón fue más ahora para
los azulgranas, pero no lo es menos que no fueron capaces de generar
una sola ocasión, hasta que Pino se sacó de la mano un penalti de Rivas
que ni él mismo estaba seguro de lo que había pitado, porque si lo
tienes tan claro hubiera significado la segunda amonestación del
manchego.
El árbitro, por el contrario, expulsó a Ballesteros un minuto después
por el desprecio que le hizo tras haberle amonestado por darle un codazo
a Xabi Prieto y se armó el belén en el banquillo del Levante. El de la
Real también andaba alteradillo y la guerra empezó a dejar víctimas por
el camino, mientras Ansotegi y luego Zurutuza marcaban la diferencia
buscada. Anoeta vibró, despidió a los suyos como héroes y la batalla
sigue con bajas rivales por el camino y cada vez más cercano el final de
la guerra.
Mal perder
No entro en los gestos y broncas que se vivieron dentro del césped o
en su cercanìa durante el partido, porque por mucho que me lo expliquen
no los voy a entender, sino que ya me parecen de poca categoría algunas
reacciones posteriores. El entrenador levantinista me la tenía guardada y
yo sin enterarme. Fue tan categórico al afirmar que sin la expulsión de
Ballesteros hubieran ganado el partido que le pregunté por las
ocasiones que tuvieron, porque salvo el penalti no tiraron una sola vez a
puerta en ese tiempo que aseguraba que tenían a la Real dominada. Y me
sacó a relucir alguna pregunta que le hice hace un año y que tampoco le
gustó. Fue un gesto quizás producto del mosqueo que llevaba por la
derrota encajada. Peor aún fue escuchar a la salida a un dirigente del
Levante que consolaba a su entrenador insultando al de la Real y toda la
cohorte txuri-urdiñ. Tuvieron un mal perder y muy poca categoría. La
Real perdió su primer partido de la Liga en Valencia y de aquella manera
y por eso no fuimos tan descorteses.
El acta injusta con Lasarte
Martin Lasarte fue el ùnico de los cuatro expulsados del partido que
asumiò su culpa, pidiò disculpas y aceptò la decisión arbitral como
justa. Quiero creer que ese arrepentimiento instantàneo que en otros
casos ha servido para que el comitè castigador actuara con benevolencia
sirva para que no se tenga en cuenta al pie de la letra lo que escribiò
Pino en su acta, porque tambièn aquì fue injusto. Pasò por alto los
motivos de la expulsión del entrenador levantinista, lo dejo en una
simple disputa dialèctica con el delegado de la Real al que tambièn
expulsò, pero en el caso de Lasarte especificò, màs bien escenificò, una
parodia teatral con admiraciones e interrogantes en las expresiones del
tècnico realista e incluso se atreve a asegurar que tuvo que mediar
para separarle del cuarto àrbitro. Me gustarìa no volver a toparme con
Pino porque ha vuelto a demostrar su animadversiòn con la Real, como
ocurriò en aquella maldita entrada de Oriol a Aramburu en Santander.
Sòlo aquel craso error hubiera tenido que ser suficiente para que se
planteara seguir en el arbitraje.
Bendita parsimonia de Zurutuza
El pasado lunes cuando nos visitó Martín Lasarte en el plató de
Teledonosti fue muy claro al explicar los pormenores de sus alineaciones
y de algunos cambios. Qué más quisiera el uruguayo que contar siempre
con Zurutuza, porque después de estar como florero anteriormente en la
Real, desde que llegó Lasarte, el de hendaia es considerado y responde a
las mil maravillas, aunque las lesiones no le han permitido estar
siempre a disposición del entrenador. Lasarte prefiere como los buenos
perfumes, sacarlo en pequeñas proporciones y es verdad que su salida al
campo, además de tener un coro que lo acoge con entusiasmo, da otro aire
al equipo. El domingo volvió a ocurrir y la lentitud y provocación con
la que Ballesteros abandonó el campo tras ser expulsado dio suficiente
descuento como para que Zuru marcara con parsimonia un tercer gol que
llevó al éxtasis a la afición. Como quien no quiere la cosa, con dulzura
colocó el balón lejos del alcance del meta Manu. Esto si es responder
al clamor popular. Aquì nadie duda que la algarabía que se forma cada
vez que sales no es chirigota sino convencimiento de que harà cosas
buenas. Maravilloso.