Difícil de creer, por poco habitual, pero parece que todos
los vientos soplan hacia el mismo lado en este asunto de la remodelación de
Anoeta, así que no dudaría ponerlo en marcha antes de que se pueda aproximar una
tormenta y lo eche todo a perder, como tantas veces nos pasa a los
guipuzcoanos.
Desde hace tiempo, el presidente realista, Jokin Aperribay,
prepara con el alcalde de Donostia, Odón Elorza, un proyecto razonable, lejos
de convertirse en una especulación o pelotazo tan frecuentes incluso en equipos
de fútbol en solares que ocupan sus terrenos de juego o las ciudades deportivas
en las que practican. Anoeta quiere reconvertirse en un campo más amplio y con
mejoras que garanticen la comodidad de los que asisten.
Vale, imaginamos que las incomodidades de las obras las
asumimos porque mil y pico días después de empezarlas tendremos un campo
bonito. Pero contamos también con que nunca estemos menos de los que fueron el
pasado domingo, porque con más de cuarenta mil plazas, no llegar a treinta mil
ofrecerían una imagen de campo desierto.
Siempre he sido partidario de tener un campo de fútbol, lo
de los estadios más allá de ser muy plásticos e impresionantes a la vista no
colaboran al espectáculo del fútbol, más cuando venimos de donde venimos,
porque en Atotxa estábamos como sardinas en lata, pero tocábamos a los
jugadores y eso era inigualable.
Así que sólo falta encontrar la financiación, casi nada, y
al ataque. Ah! Y entiendo que el alcalde haga concurso público, porque lo de
adjudicar las cosas a dedo trae muy
malas consecuencias, además de ser una completa ilegalidad. Nadie duda de que
será la Real la que se quedará con la explotación del campo. Los jeques tienen
mucha pasta, pero de tontos no deben tener ni un pelo y mucho hay que gastar en
Anoeta para obtener un beneficio bien escaso. Las cuatro torres que se proponen
no se parecen en nada a aquellas faraónicas de Gipuzkoarena.