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Alberto Moyano

El jukebox

Shoah

Alberto Moyano


“Cuando los soldados desfilan, las jóvenes chicas abren sus puertas y ventanas”, cantaba Simon Srebnik mientras caminaba por las calles de Chelmno con los pies encadenados. Los alemanes le obligaban a cantar mientras realizaba trabajos de esclavo porque les gustaba escuchar su voz adolescente. Así arranca ‘Shoah’, la película de Claude Lanzmann cuya primera parte La 2 emite esta noche. Lanzmann viajó a Israel cuarenta años después de estos sucesos para que Simon regresara a Polonia y se reencontrara con sus antiguos vecinos, que por lo demás, permanecen tan simpáticos y antisemitas como durante la ocupación nazi.


‘Shoah’ realiza el viaje de la historia en sentido inverso. El espectador ingresa en la película por las cámaras de gas y emerge, nueve horas y media después, por el Guetto de Varsovia. Entre medio, hablan o callan los supervivientes, los testigos y los verdugos. Se ha dicho que ‘Shoah’ es al cine lo que Picasso a la pintura. La comparación puede ser pertinente. También se ha sido duramente criticada. Da igual. La palabra imprescindible ha sido minuciosamente devaluada, pero a falta de otra mejor, se puede insistir: una película imprescindible, no tanto sobre los crímenes contra la humanidad, como sobre sus pecados.


mayo 2006
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