Alberto Moyano
Que en un lugar y en un tiempo marcado por el rock radical vasco, los
gaztetxes y la alta conflictividad socio-política surgiera y triunfara
un grupo de pop diáfano no debe considerarse una paradoja, sino pura
lógica. Al fin y al cabo, sólo la muy conservadora Gran Bretaña pudo
alumbrar a los Sex Pistols.
Juanra Viles presentaba ayer en sociedad Duncan Dhu-Crónica de un
éxito, un libro en el que repasa –y se supone que pone los puntos sobre
las íes– aquella época en la que fue batería del trío donostiarra. A la
luz del texto, el hecho de que Viles ahora trabaje en la banca no
encierra contradicción alguna. Fue una hormiga entre dos cigarras y
siempre ganaba al Monopoly. Sus compañeros le expulsaron del grupo por
diferencias de concepto pero intentaron que se ocupara de las finanzas
de la banda, posibilidad que Viles rechazó.
El inventario biográfico de los grupos de música escrito desde dentro
cuenta con una larga tradición y hasta Bill Wyman recopiló sus
recuerdos en aquel ‘Rolling With The Stones’. En el caso de Viles, el
trabajo se basa en la minuciosa labor de recopilación de materiales que
llevó a cabo durante aquellos años. Fotos, recortes de prensa,
grabaciones inencontrables y recuerdos personales sostienen su relato,
en el que, entre otras cosas, intenta demostrar que Duncan Dhu no fue
un «grupo para niñas». Sí lo fue. Quizás no sólo eso, pero sí
fundamentalmente. Sin este dato no se entenderían su éxito, su
trayectoria y su repertorio. Sucede que es una etiqueta molesta y todos
los grupos que la soportan pasan de aceptarla a regañadientes,
recurriendo a aquello de que los Beatles también lo fueron, a renegar
de ella, con el paso de los años.
A día de hoy, Mikel Erentxun continúa en la música, combatiendo contra
su propio cliché, y Diego Vasallo se dedica a componer y a pintar, en
ambos casos, bajo el signo de la introspección. En cuanto a Viles, se
supone que zanja las cuentas pendientes que este libro revela que
mantenía, básicamente, consigo mismo. Y es que la imagen que persiste
es la del propio Juanra coleccionando recortes, viajando de la fama al
anonimato, mientras sus compañeros continúan con las giras y las
grabaciones.