Alberto Moyano
Al sempiterno hombre Marlboro, figura central del santoral de los
fumadores, se le acaba de unir Allen Carr, autor del best-seller ‘Es
fácil dejar de fumar si sabes cómo’. Este volumen, que ha arrasado en
ventas en todo el mundo y que habitualmente te encuentras junto a la
caja del mostrador de las librerías, había ayudado a abandonar el vicio a
cerca de diez millones de personas, según estimaciones del propio autor.
Carr ha fallecido en Málaga, en donde residía hace años, a consecuencia
de un cáncer de pulmón no operable que se le diagnosticó el pasado mes
de julio. «Si uno parte de que he curado a al menos a diez millones de
fumadores de su adicción, entonces ha valido la pena pagar este
precio», aseguró el escritor, con una exhibición de generosidad
infinita, al conocer su diagnóstico. Los allegados del fallecido se han
precipitado a llenar el inmenso hueco que deja el autor en su cruzada
anti-tabaco al recordar que el humo que Carr inhaló en sus
seminarios para dejar de fumar –en los que paradójicamente, se fumaba
mucho– le convirtió en un fumador pasivo-compulsivo durante mucho
tiempo después de haber apagado su último pitillo, hace 23 años. Igual
que los alcohólicos siguen siéndolo toda la vida, los fumadores tampoco
alcanzan la condición de ex: puedes dejar el tabaco pero el tabaco no
te deja a ti.
La noticia del fallecimiento, amén de triste, está envenenada: por un
lado, la causa de la muerte desincentiva los esfuerzos contra la
adicción; por otro, los 72 años que cumplió el autor, pese a fumar
durante años cien cigarrillos diarios, relativiza la letalidad de este
producto. Los hechos son que Allen Carr fumó mucho, dejó de fumar, inventó un método para dejarlo, se
profesionalizó y se enriqueció. Ahora, ha fallecido a una edad muy próxima a la esperanza de vida de los varones de este
país.