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Alberto Moyano

El jukebox

En extrañas circunstancias

Alberto Moyano

Sentirse indignado es una forma de adicción y el único requisito para
ejercerla es saber conjugar todos los verbos en tercera persona. La
muerte de Érika Ortiz en extrañas circunstancias ha dado a más de uno
esa ocasión única e irrepetible de rasgarse las vestiduras en público,
de una vez y por todas.
Escribe hoy un blogger de ‘El Mundo’ una gran diatriba contra las
televisiones «sensacionalistas y carroñeras» –y cita expresamente a
Tele 5 y Antena 3– que dedicaron ayer buena parte de su programación
vespertina a la cubrir la rocambolesca muerte de la hermanísima y, de
paso, le sacude un garrotazo a la insufrible Paloma Gómez Borrero, por
pronunciar la frase maldita: «Se dice que suicidio». «Imprudente y
desafortunada», replica el blogger, cuyo periódico anuncia hoy en
primera página: «Erika Ortiz, de 31 años, podría haberse suicidado con
pastillas, según fuentes de la investigación». ¿Podría? ¿Podría pero no
lo hizo? ¿Podría pero sí lo hizo? ¿Qué quiere decir podría? ¿Alguién
dijo imprudente?
La familia de la muerta pedía «prudencia y respeto», pero como nunca
les ha faltado a lo largo de estos años ni lo uno ni lo otro por parte
de una prensa con más tendencia al peloteo que a lo contrario, se puede
deducir que lo que reclamaban era un piadoso silencio y, a poder ser,
unánime. Y están en su derecho, aunque pierden el tiempo.
‘Aquí hay tomate’ se hizo ayer con una audiencia de 3,7 millones y una
cuota de pantalla del 29,1%, su mejor marca de la temporada y el
magazín  ‘Gente’ (TVE-1) consiguió su mejor registro en este curso
con 3,4 millones (27,9%). Fue la tónica general y de ella se
beneficiaron todos los espacios y todas las cadenas: El programa de la
Quintana, el de la Campoy, el de Cantizano y el de Boriz Izaguirre.
Obviamente, el gran dammificado fue el célebre documental de La
2. 
Una tertuliana televisiva comentaba compungida este mediodía cuánto
estaba llorando esta muerte «la gente normal, la de la calle, la que no
le conocía», y la duda que surge de inmediato es si el masajismo
desenfrenado constituye una imprudencia, una falta de respeto o las dos
cosas a la vez.
Pero no sólo de audiencias vive el hombre. La actual coyuntura se
aprovechará también para 1) organizar discretas oleadas de simpatía en
favor de la princesa, tan necesitada al parecer de esta materia, y 2)
celebrar el enésimo debate mediático a base de golpes en el pecho sobre
los límetes de la información y de la libertad de expresión, debate que
se zanjará con un decálogo de buenos propósitos escritos sobre papel
mojado.


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