Alberto Moyano
Dice hoy Diego Galán en el artículo ‘Talentos bajo la nieve’ publicado
por ‘El País’ que «el festival de Berlín quiere merendarse al de
Cannes», aunque de inmediato señala que el certamen alemán «aún
está lejos de conseguir una capacidad de convocatoria similar a la del
francés y, si me apuran, una programación tan atractiva».
Es cierto. Programados a principios (Berlín) y a mediados de añño
(Cannes), los dos festivales acaparan buena parte de la producción
cinematográfica anual susceptible de competir en un certamen y a pesar
de que para actores y directores la experiencia es equiparable «a una
colonoscopia» (David Mamet dixit), los productores apuestan por la
infinita publicidad que conllevan estos dos certámenes, campeones de la
repercusión mundial en materia de estrenos. Y en lo que al Zinemaldi
respecta, la Mostra de Venecia remata la faena acaparadora.
Precisamente, en previsión de que algún otro festival, pongamos el de
Roma, intente merendarse al donostiarra, se comenta que los
responsables de Zinemaldi han abierto un periodo de reflexión que
culminará con una batería de iniciativas a presentar públicamente a
finales de este mes. Y es que a juicio de algunos resonsables
institucionales, las últimas ediciones ha dejado que desear, no tanto
en lo referente a la calidad de los filmes a concurso, como en cuanto a
glamour y visitas ilustres. Lo que vulgarmente se conoce como
repercusión mediática.
Hasta ahora, en materia de invitados el Festival los restringe a: 1)
actores y directores que traigan películas al Festival y 2) artistas
que vayan a recibir el Premio Donosti. Digan lo que digan, los
incentivos económicos están incluidos a la hora de persuadir a las
estrellas. Ahora habrá novedades y lo mismo hasta funcionan. De todas
formas y desde la certeza de que las comparaciones son odiosas, cuando
uno oye hablar de «cambiar viejos modelos, útiles sin duda en el
pasado, pero obsoletos en el presente y no digamos en el futuro», el
primer referente que surge es aquella Real de los noventa. Y, claro,
viendo cómo va a culminar en breve aquel proceso, se echa a temblar.