Alberto Moyano

Alguien dijo que Martin Scorsese estaría dispuesto a lavarle el coche a
cualquier académico de Hollywood con tal de obtener su voto en los
Oscar. De ser cierto, a estas horas Martin debe tener agujetas en los
brazos. La coronación de ‘Infiltrados’ como gran vencedora demuestra
que, efectivamente, la historia se repite primero como tragedia y
después como farsa. Así, después de 33 años en blanco tras firmar
películas como ‘Taxi driver’, ‘Toro salvaje’, ‘Uno de los nuestros’ y
la que usted quiera poner, el hombre se lleva un par de estatuillas por
un remake cuyo guión rezuma grasas trans y, cuyos personajes quieren
ser ambiguos y finalmente resultan tan previsibles como Chanquete. Por
decirlo crudamente, una película entretenida dentro del género
ver-y-olvidar. Por decirlo aún más crudamente, la película se agota en
su proyección. Después –y al contrario de lo que sucedía con los
grandes títulos de este director–, poco hay que comentar desde el punto
de vista del espectador.
Todo lo contrario de lo que sucede con ‘La vida de los otros’, sublime
en su perfección. De hecho, cualquier intento de establecer
comparaciones entre la Mejor Película y la Mejor Película en lengua
extranjera produce vergüenza por osado.
Los tres galardones menores de ‘El laberinto del fauno’ no ocultan la
contundente derrota encajada por la película de Guillermo del Toro, por
no hablar de ‘Babel’, cuya poderosa y puede que sobrecargante relectura
del ‘efecto mariposa’ ha podido acabar con los últimos lepidopterólogos
de la Academia hollywoodiense. En cuanto a Borja Cobeaga y su ‘Éramos
pocos’, lo ya adelantado: encumbrar en lo más alto ese canto a la
molicie es algo que, hoy por hoy, está por encima de las posibilidades
de la Meca del Cine. Dicho sea esto sin menoscabar los méritos del
corto israelí ‘West Bank Story’, que tan buena pinta tiene.