Alberto Moyano
Va a ser verdad que fumar es malo. Sin ir más lejos, el tabaco me llevó esta mañana hasta De Juana Chaos. Aprovechando que los servicios de limpieza hacían su trabajo en la habitación del Hospital Gipuzkoa en la que monto guardia, camino hacia la salida del edificio para echar el pitillo de rigor cuando hete aquí que según avanzo por el pasillo comienza a invadirme ese sentimiento de culpabilidad que siempre me despierta la presencia policial.
Efectivamente, los que deben ser dos ertzainas de paisano acompañan al ex jefe del comando Madrid, quien frente a una puerta en la que pone Reumatología charla con una mujer, que no es su novia.
He de confesar que mi primer impulso es felicitarle efusivamente por la gran fortuna que tuvo al ingresar directamente por Urgencias, evitándose el agónico trámite de pasar semanas atrapado en el infierno dantesco de la atención primaria, un rigor al que no le hubiera sido fácil sobrevivir. Sin embargo, el recuerdo de los cientos de panfletos con la leyenda ‘De Juana asesino’ que alguien arrojó la víspera en la parada del autobús del número 28 Hospitales me hace recapacitar primero y desistir después, ante la posibilidad de que no esté de humor.
A pesar de su delgadez, De Juana tiene buen aspecto, lo cual no es mucho decir porque en algunas zonas de la residencia, todo el que se sostiene de pie ya parece que tiene buen aspecto. Lo que sí hay que desmentir rotundamente es que se haya ido de ‘shopping’ , tal y como habían asegurado algunos medios de Madrid. Y si lo ha hecho, aún no ha estrenado nada, porque el hombre sigue vistiendo el mismo chaleco oscuro que llevaba en su juicio por amenazas de hace unos meses y en la fotografía publicada en prensa el pasado lunes.
Cuando vuelvo de fumar, los dos ertzainas siguen en el pasillo, pero De Juana ha desaparecido, se supone, que tras la puerta de Reumatología. Vuelvo a la habitación en la que hago guardia y cuando, horas después, vuelvo a salir, ya no hay ni rastro ni del uno, ni de los otros.