Alberto Moyano

Mientras un puñado de mileuristas con alcachofa maldicen la mala suerte que les ha llevado a montar guardia ante los juzgados de Marbella durante veinte horas, cientos de vecinos de la localidad sitían el edificio. La escena es ‘repug’.

A veces, la vida imita al arte y otras, a la artesanía. En este caso, la escena evoca esos ‘westerns’ que ETB2 emite por las tardes en los que los habitantes del pueblo acuden con una soga hacia la cárcel del sheriff para colgar a los cuatreros.

Puede que todo esto parezca ‘repug’ y sin duda lo es: las corporaciones marbellíes, sus abogados, sus policías municipales y su colección de siliconas rubias y el repertorio de la folclórica, pero desde un punto de vista estético, lo más insoportable es esa turba voraz de ciudadanos bienpensantes y de orden que se agolpan a las puertas del juzgado, preguntando ¿cuál es mi cámara? y pidiendo barrote para la folclórica, con el mismo entusiasmo con el que se desagarrarían de dolor si ésta hubiera fallecido tras larga enfermedad, y con el mismo frenesí garrulo con el que se han tirado lustros eligiendo una y otra vez a fascistas y ‘chorizos’ de pro para que administren las arcas municipales.

“Que devuelvan el dinero”, claman ahora ante la primera lente que se les pone a tiro. Pues parece que va a ser que no y que tendrán que conformarse con la colección de animales disecados que el tal Roca acumulaba, quien sabe si como metáfora de sus vecinos, tan inocentes, primero, y tan indignados, después. En fin, son como niños, pero con derecho a voto.