Alberto Moyano
Al hilo del éxito de audiencia registrado el viernes por la noche en Cuatro con ‘La derrota de los embusteros’, la cadena de Prisa decidió anoche repetir el reportaje sobre las mentiras que han rodeado la investigación de la matanza del 11-M y que, en su conjunto, han dado en llamarse ‘teoría de la conspiración’.
Hay que reconocer que el efecto que causa digerir en hora y media las invenciones sembradas a lo largo de tres años causa un cierto empacho, amén de una infinita vergüenza ajena. Presentado por Iñaki Gabilondo y estructurado con tal coherencia que uno tenía la imprensión de estar entendiendo algo, el peso del documental recaía en el trabajo de los reporteros de la cadena, entre los que destaca Sonsoles Ónega, gran informadora de tribunales.
Fuera del reportaje quedó, lógicamente, la otra mentira de aquellos días, difundida por la SER y referente a la existencia de terroristas suicidas en los trenes. El hecho de que ni servicios de rescate, ni los distintos cuerpos de policía, ni forenses, ni peritos, ni nadie barajara algún dato que apuntara hacia esta hipótesis da que pensar -en realidad, muy poco- en cuanto al origen de la información.
En todo caso, el millón y medio de espectadores que siguieron el documental en su emisión del viernes, en competición con algún documental de la folclórica, demuestran lo que ya se sabía: que hay muchas gentes que aman la ‘telezaborra’, pero también hay otras muchas que prefieren otra alternativa.