Alberto Moyano
Publica hoy la prensa que los candidatos socialistas de Jaén darán
a conocer su programa electoral a través de platos gastronómicos de
elaboración propia. Si la iniciativa la adoptaran
(algunos de) los candidatos que pueblan las diversas listas
guipuzcoanas, ombligo y placenta serían los productos más recurrentes.
Y es que en tan sólo veinticuatro horas de campaña electoral oficial
son varios los candidatos guipuzcoanos que ya han comenzado a
retratarse con una nitidez que envidiaría incluso Alberto Schommer. Ya
hay quien ha prometido crear una línea de autobuses urbanos que lleva
algunos años en funcionamiento y tampoco ha faltado la candidata que ha
posado subiendo a un autobús, eso sí, por la puerta de salida,
reservada únicamente a coches de niños y sillas de minusválidos, amén
de quienes lo asaltan para pegarle fuego.
Sin embargo, la anécdota más jugosa la ofrece en esta primera jornada
un candidato a la Diputación Foral de Gipuzkoa que convocó a los medios
en una de las principales localidades costeras del territorio. El hecho
de que todo esto sea Gipuzkoa Hiria no evita que el candidato (en
realidad, su chófer) se pierda y llegue con retraso.
A continuación, se dirige a los medios y tras manifestar la enorme
ilusión con la que afronta la campaña, les reparte un folio con apenas
quince líneas de vaguedades, consciente quizás de las monstruosas
dimensiones de su ignorancia en materia foral. En medio de un paisaje
desértico en el que no asoma ciudadano alguno –ni siquiera el alcalde
de la localidad, del mismo partido que el citado candidato–, uno de los
periodistas le aborda
para, amablemente a pesar de su estupefacción, hacerle ver en la medida
de lo posible que así no va a ninguna parte, que debería preparar mejor
su mensaje y que la media página en blanco que le espera en redacción
requiere algo más que el citado folio.
Tras un intercambio de impresiones, periodista y candidato acuerdan
acercarse al bar más próximo en donde, tras pedir un refresco de cola
el político y un café el ‘plumilla’, el segundo se entrega a la
fatigosa tarea de sonsacarle al primero alguna declaración, no ya
enjundiosa, sino al menos publicable. El encuentro concluye con
relativo éxito.