Alberto Moyano
Sólo el hallazgo de un lauburu incorrupto, del Cantar de los Cantares
en euskera o el descubrimiento de que la cueva era un antiguo batzoki y
el chamán que la habitaba el presidente del Gipuzku Buru Batzar podría
salvar Praileaitz I. Eso es al menos lo que se desprende de la
valoración que Aranzadi y Praileaitz Lagunak hacen del decreto de
protección de la cueva aprobado ayer por el Gobierno Vasco.
Alegan los arqueólogos de la Sociedad de Estudios Vascos que aún no se
han determinado el valor arqueológico, las dimensiones y las
direcciones de las galerías, así como la posible existencia de nuevos
yacimientos. La Consejería de Cultura, por su parte, replica que ya se
han realizado estudios en la ladera, aunque éstos se habrían llevado a
cabo «mientras la dinamitaban», según Koldobika Jauregi.
Si los hechos son tan confusos, qué decir de las interpretaciones. La
cuestión es si no se podría aprobar una moratoria en las excavaciones
hasta que se establezca si existen o no otros yacimientos por
localizar. Posteriormente, la explotación de la cantera podría
continuar o no, en función de los resultados. Y si la moratoria no es
posible, que se diga por qué.
Mientras tanto, es divertido especular con las interpretaciones mágicas
que los arqueólogos podrán hacer dentro de dos mil años, cuando
descubran una extraña ladera tallada a base de explosiones, como si
fuera una gran escultura paisajística, y albergando cuevas y galerías
en su interior.