Alberto Moyano
Tras la alocución de los representantes del Gobierno Vasco y la
Diputación, el alcalde donostiarra podría haber repetido otra variedad
de clichés y lugares comunes sobre el Peine del Viento, pero hubiera
ido en contra de su naturaleza.
Así que esta mañana, durante la presentación del programa del 30
aniversario del conjunto artístico –que entre otros actos y
curiosamente, incluye también su inauguración oficial–, Elorza ha
recordado que en aquel 1977 el Peine se construyó al margen de las
autoridades donostiarras y buena parte de la sociedad, que prefirieron
darle la espalda. El alcalde ha continuado con una loa a los espacios
públicos «para el disfrute, el ocio, la lectural, la reflexión, el amor
y la despedida».
Ya lanzado –y ante Luis Chillida, Gurutz Larrañaga, María Jesús
Aranburu y el resto de los presentes, que le escuchaban atentamente con
cara de póquer–, Odón ha reclamado «más espacios públicos producto de
su tiempo», ha defendido la compatibilidad de éstos con el respeto a la
naturaleza y, en presencia de las tres oxidadas esculturas de trece
toneladas cada una, ha anunciado que se disponía a mirar al este para
defender «otra obra pública de vanguardia y de calidad», es decir, su
proyecto de pasarela para Monpás, motivo de desencuentro con el
Gobierno Vasco.
La monumental humillación ha concluido recordándonos que la defensa del
entorno ha desaconsejado la instalación de farolas y asientos en el
Peine, aunque no ha aclarado si los tendrá la proyectada pasarela, en
caso de que salga adelante.
La comparación –en rigor, una columpiada–, ilustra a la perfección ese
concepto tan extendido que redude la obra artística a disciplina
decorativa. Así, una escultura y una pasarela vienen a ser lo mismo,
mera ornamentación urbana destinada a servir, tarde o temprano, de
escenario de alguna inauguración, reinauguración, conmemoración o todo
a la vez.
Una doctrina, todo sea dicho, que cae en vertical sobre los ciudadanos
y que explica algunas actuaciones, como pudo ser la instalación de la
escultura de Oteiza en el Paseo Nuevo, saludada por los más
vanguardistas con un: «A mí, como realmente me gusta es vista desde La
Concha».