Alberto Moyano
¿Es mucho pedir un poco de coherencia ideológica? ¿Es quizás un exceso de confianza esperar que quien desafía al mayor imperio mundial en la clandestinidad mantenga un aspecto acorde? ¿Es necesario tanta frivolidad, contraria sin duda al pensamiento salafista?
Pues no se sabe, pero el mensaje es el medio. Los vídeos de Bin Laden no sólo se anuncian en Al Yazira con la misma antelación que los vídeos de Springsteen en el MTV, sino que el millonario saudí aparece ahora con una barba teñida de negro, incompatible a todas luces con el ascetismo que se le supone a cualquier iluminado que se precie.
Pero todo se contagia, menos la hermosura, así que a tal Bush, tal Bin Laden. Peor para los dos. Ahora, en lugar de analizar profundamente si el líder de Al Qaida se dispone a conquistar Al Andalus o a convertir al Islam a los granjeros del medio oeste, todo el mundo ha olvidado sus palabras para volcarse en comentar si a sus pestañas les falta carácter o si antes tenía la piel más tersa.
¿Qué será lo próximo? ¿Bótox? ¿Labios? ¿Extracto de baba de caracol? Si Osama se va a dedicar a su vida privada, que haga de su capa un sayo, pero si persiste en su actitud de amenazar a medio mundo, exterminar a los infieles y predicar el Corán, que haga el favor de recuperar a su antiguo estilista y volver a posar para las cámaras paseándose por esas montañas de Alá con la barba canosa y tirando a sucia. Porque tú te lo mereces.