Alberto Moyano

En su extrema bondad, el pueblo hace todo lo posible por estar a la altura de las circunstancias y a la pregunta de si su vida cambió el 11-S de 2001 responde en un 70% (Antena 3) que sí, que mucho, sin perjuicio de que a continuación los hechos pasen a desmentirlo. Así, interrogados sobre qué estaban haciendo en el momento del atentado, todos confiesan que, tal día como hoy, hace seis años, a esa hora estaban ocupados en alguna actividad más o menos cotidiana que han continuado realizando exactamente igual tras aquel crucial momento: ir al trabajo, terminar de comer, volver de vacaciones… Puede que el 11-S cambiara su mundo, pero dejó intactas sus vidas.

Otro 11-S, hace 34 años, se llevó por delante la democracia chilena. Ahora, con Pinochet ya muerto, su nombre vuelve a las portadas como actor de reparto en un sainete protagonizado por los padres de la niña Madeleine, que han contratado al abogado defensor del dictador en Gran Bretaña. Los padres de la niña desaparecida en Portugal han sido declarados “sospechosos”, una figura judicial que teóricamente no existe en España, pero que en la práctica se traduce en abucheos, insultos y amenazas del linchamiento cada vez que el sujeto en cuestión entra o sale de los juzgados, por parte de un grupo más o menos amplio de gente con gran disponibilidad de tiempo.

Publican los tabloides británicos que la Policía lusa han encontrado ADN de Madeleine en el coche que los McCann alquilaron veinticinco días después de la desaparición y ese dato les contamina, por más que el culpable pueda ser el repelente peluche infantil que la madre arrastra consigo a todas partes. A ojos de la opinión pública, igual de contaminante pueden resultar los servicios del citado abogado, dados sus antecedentes. Sin embargo, hasta que no aparezca una Madeleine viva o muerta convendría aplazar los linchamientos populares porque aquí, como en otros casos, rige aquella ley de “mejor un culpable libre que un inocente condenado”.