Alberto Moyano

A punto de cumplir los cuarenta, la vida ha preservado a Felipe de
Borbón de las cruciales experiencias que para esa edad habían puesto a
prueba el temple y la sagacidad de su progenitor. De hecho, hasta hace
apenas un lustro era un perfecto desconocido para las masas.
Nada se sabía de sus gustos estéticos, salvo lo que se desprendía de
aquellas imágenes de su nueva casa, en la que las estanterías huérfanas
de libros chirriaban como un mujaidín en una playa nudista. Tampoco ha
trascendido mucho de su carácter, a excepción de su indoblegable
voluntad de casarse pese a todo con la que hoy es su mujer. Y sus
discursos sólo han servido para confirmar que el mensaje insulso es una
condición inherente a la institución.
Así las cosas, TVE1 perdió anoche una gran oportunidad de añadir algo
al perfil principesco. Su reportaje ‘Retrato de un príncipe’ demuestra
que la cadena pública ha afrontado tanto el setenta cumpleaños del
padre como el cuarenta del hijo con insólita dejadez. De hecho, el
reportaje se basaba fundamentalmente en una entrevista que concedió el
príncipie hace diez años, precisamente con motivo de su treinta
cumpleaños.
Una mala elección. Muy pocas veces –y digo muy pocas– un personaje
público ha sido capaz de registrar tamaña cantidad de clichés, tópicos
y lugares comunes que, colocados uno tras otro, perjudiquen al
interesado hasta el punto de completar un retrato ultraplano de sus
pensamientos más íntimos. «Me gustaría no aislarme y dejar de ser
persona», «No me tomo este periodo como una pérdida de tiempo, sino
como una época de preparación», «el rey es un referente, pero me
aconseja que busque mi propio estilo y no trate de imitarle», «la reina
es un referente», «mi abuelo fue un referente»…
Lo mejor, la presentadora del reportaje: «Aunque son declaraciones
hechas hace diez años, cobran especial actualidad y significación a la
luz de los cambios que han acontecido en este tiempo».