Alberto Moyano
«Rajoy anuncia la creación de un ministerio de la familia y promete que
gobernará para las personas», rezan los titulares de la prensa de hoy.
No vale la pena entrar a dilucidar si ambos enunciados son
contradictorios, pero una primera lectura de la apuesta de Mariano
evidencia el firme empeño que este hombre ha puesto en conquistar
el voto del clero, cuyos miembros son, como se sabe, los únicos
ciudadanos que han jurado no crear familia alguna.
Que sepa desde ya el líder popular que en este proyecto cuenta con el
total apoyo del presidente Sarkozy, cuya rutilante vida sentimental le
ha permitido fundar varias y lo que te rondaré morena. Por otra parte,
se ignora si la idea pretende cortar de raíz el varias veces anunciado
divorcio del matrimonio Aznar, aunque tampoco parece que vaya a ir más
allá.
A juzgar por lo poco que se ha adelantado sobre el proyecto, este
ministerio podría alcanzar grados de indolencia desconocidos hasta el
momento, como si estuviera hecho a imagen y semejanza de su ideólogo.
El propio Rajoy ha declarado que no modificará la ley del divorcio
express, ni la del abordo, ni la del matrimonio homosexual. En este
último caso, sólo cambiará su denominación por la de uniones de hecho.
Muy en su línea, el candidato del PP no resuelve el problema, sino que
tan sólo lo desplaza ya que los heterosexuales que se han acogido a
esta fórmula de convivencia también podrían protestar y exigir que se
aplique otro nombre.
Mientras, el gobierno y el partido que lo sustentan cambian de
estrategia: visto que las políticas de apaciguamiento con la Iglesia
católica no han dado el resultado apetecible, la cuestión ahora es que
el ciudadano visualice un enfrentamiento con la cúpula católica, en la
esperanza de que también esta vía pueda reportarle apoyo electoral. En
resumen: ¡Qué cruz!