Alberto Moyano
Conclusiones:
– Los debates entre candidatos están muy bien porque mientras los ves puedes seguir pensando en tus cosas.
-Si los dos candidatos fuesen dos desconocidos caídos la semana pasada del cielo y sin el enorme lastre de los cuatros últimos años, Rajoy sería el indiscutible vencedor de los dos debates.
-Mariano Rajoy está poseído por “la niña española que yo quiero” y Rodríguez Zapatero por el vacío, sustituido ocasionalmente por la ocurrencia.
-Los argumentos y la sobreactuación resultan más efectivos que los datos objetivos porque frente a cualesquiera que esgrimas, el rival contrapone otros completamente opuestos e igual de objetivos.
-Si el presidente del Gobierno asegura que ha firmado acuerdos de repatriación con diez países y el contendiente le reta a que los enumere, no hacerlo supone ser derrotado.
-Uno y otro se reprocharon haber aprobado la regularización de emigrantes basándose en órdenes de expulsión (PSOE) y en el recibo de la compra de una rueda de bicicleta (PP). Bien pensado, los dos son pruebas incontestables.
-ZP se comprometió a apoyar la política antiterrorista del próximo Gobierno, sea cual sea. Un disparate equivalente al lema de los ultras estadounidenses: “Con mi país, lo haga bien o haga mal”.
-Acusar al presidente del Gobierno o al líder de la oposición de mentir es, citando ‘Apocalypse Now’, como “poner multas por exceso de velocidad en las 500 millas de Indianapolis”. Además, es algo que ya no impresiona a la audiencia, por mucho que se aporten pruebas palmarias.
– El Gobierno de ZP votó en la ONU a favor del envío de tropas a Irak. Quizás sea verdad, pero como no resulta creíble su efecto es cero.
– La prueba de que los debates son inocuos es que no provocan un gran aumento del voto a los partidos minoritarios, sin presencia en el plató.