Alberto Moyano
Nada se parece tanto al Salón del Esoterismo como los Cursos de Verano de la UPV. Ambos se celebran en el Palacio de Miramar, ambos son pasto de la picaresca y ambos necesitan la cómplice credulidad del público. La diferencia quizás estriba en que el primero tiene la entrada más barata.
Tras el paso de Jorge Bucay por las aulas de la última edición, dejando a su paso un ejército de autoridades y alumnos universitarios en estado de postración física y mental, se anuncia ahora la contratación de Paulo Coelho para este verano.
Al margen de la humillación objetiva que supone la contratación de un reciclador de cuentos por parte de lo que se supone que es la cuna del racionalismo y el saber, la visita de Coelho -y su previsible éxito de público- evidencia el fracaso de la industria de la autoayuda.
El ludópata tiene tantas posiblidades de hacerse millonario con las tragaperras como el seguidor de Coelho de alcanzar la felicidad, pero esto apenas importa. El supermercado espiritual se nutre de un sinfin de consumidores, al parecer, irremediablemente infelices e incurablemente desdichados. De hecho, los mismos que a estas alturas deberían estar ya disfrutando de la paz interior que hace unos meses repartió con generosidad el gran Bucay, volverán a reclinarse ante ‘el hombre de la palmera’ en busca, esta vez sí, del sosiego definitivo.
El único problema es que el listón se sitúa ya muy alto. Para la edición de 2009 se prevé un gran ‘mono’ colectivo entre los rastreadores del equilibrio cósmico. Quizás haya que dar un giro. En ese caso, Dan Brown puede ser una gran idea.