Alberto Moyano
¿Qué estoy dispuesto a soportar por conservar tu puesto de trabajo?, es la pregunta que la compañía de teatro Tanttaka plantea en su próximo montaje, ‘Comida para peces’, a estrenar el próximo día 3 en Donostia.
Ante el riesgo de cosechar un unánime “de todo” como respuesta, se acota un poco más el terreno: ¿Cuál es el precio de la dignidad? Desde luego, sea cual sea, supera fijo los treinta euros. Esa es precisamente la cantidad que una clínica de Cádiz abonaba a sus enfermeras en calidad de plus a condición de que vistan “pequeñas faldas en lugar de pijamas sanitarios”. Una decena ha dicho ‘no’ y se ha quedado sin el plus, por otra parte, una cantidad tan mísera que ni siquiera permite acogerse a aquello tan socorrido de ‘por exigencias del guión’.
Los comentaristas hablan de retorno al pasado, pero resulta inverosímil que esta situación se produjera hace treinta años, fuera de las películas de Ozores. Aquí, como en el asunto de las adopciones de niños, lo pertinente sería hablar de los derechos del paciente e incluso de los hipotéticos beneficios que habrían de reportar las enfermeras en minifalda al tratamiento de sus dolencias.
En todo caso, la clínica juega con fuego porque a la denuncia por machismo rampante que ya ha interpuesto el sindicato Satse, podrían sumarse otras que, en virtud de la ley de paridad y otros subterfugios legales, estarían en disposición de exigir el disfraz de romano para los cirujanos o la camiseta de redecilla para los celadores. Rijoso no es quizás la palabra exacta, pero sí la primera que te viene a la cabeza.