Alberto Moyano

Donostia, Capital Cultural Europea 2016. Suena bien. Se consiga o no la
nominación, la candidatura servirá como vitamina para consolidar
proyectos, acelerar planes y recaudar auydas y subvenciones.

En esencia, se trata de uno de esos eventos que ayudan a revitalizar la pasión de los ciudadanos por su ciudad. Un día toca la salida del Tour, otro día el concierto de Bob Dylan en
la playa y un tercero, Manifesta. Sencillamente, lo necesitamos.

El mecanismo psicológico -común por lo demás al del resto de las ciudades- funciona de forma similar a esos
matrimonios recaducos, en los que el marido se disfraza de ladrón y la
mujer de colegiala, todo con el objetivo de atizar fuegos que más bien
son ya cenizas.

Ahora, el concurso de ideas se abre a las aportaciones que pueda
formular la oposición y se hace un llamamiento a no utilizar el asunto
como materia partidista, alegando que 2016 queda muy lejos y sabe Dios
quién gobernará entonces, aunque si hubiera que apostar, todos lo haríamos por Elorza como favorito.

La cuestión central, sin embargo, no será si habrá pasarela en Monpas,
estará terminado el centro Tabakalera o se habrá coronado la agotadora ascensión
al Museo de San Telmo -que seguro que sí en todos los casos-, sino
comprobar si aún coleará eso que llamamos conflicto vasco o lo que
sea. En caso afirmativo, volveremos a exhibir la detonación de explosivos como instrumento tradicional vasco.