Alberto Moyano
Al llegar a la Argentina de la Junta Militar y del Mundial 78, un jugador de la selección alemana declaró que no veía por ninguna parte campos de concentración, ni represiones, sino un país en orden y progreso.
Y aunque existen réplicas de este ejemplo acabado de deportista, no conviene dejarlo todo en manos del azar. El Comité Olímpico Español, que vela por sus atletas como una madre por sus hijos, actualiza el entrañable “no te signifiques” y les invita a abstenerse de expresar sus opiniones sobre China la que vean e incluso les agradece de antemano que no tengan opiniones en general.
Va a estar complicado. Está prohibido doparse, pero también opinar en contra, vender carne de perro, consultar según qué webs, imitar el ruido de un tanque en la plaza de Tiananmen y enviar palomas mensajeras, incluso en el caso de que no sean tibetanas. Y por supuesto, preguntar por la Ciudad Prohibida se considera una provocación intolerable.
La humedad relativa se dispara, la contaminación difumina la ciudad y el tráfico rodado se establece por turnos, no vaya a ser que el ambiente se vuelva irrespirable. Por de pronto, los atletas estadounidenses han desembarcado con las mascarillas puestas y si eso no es manifestar abiertamente su opinión, que venga Mao y lo vea.
Ni que decir tiene que está completamente prohibido en los espacios públicos correr los cien metros en menos de diez segundos, superar a lo Fosbury los 2,40 metros o lanzar el martillo por encima de la Gran Muralla.
Mientras, la Audiencia Nacional acepta una querella contra siete altos cargos del Gobierno chino por genocidio en el Tíbet. Cabe recordar aquel chiste de tiempos de la Guerra Fría en el que, , tras declararse la guerra entre chinos y soviéticos, estos últimos penetran en territorio enemigo y capturan a cien millones de prisioneros; continúan avanzando y hacen prisioneros a otros cien; prosiguen su conquista y detienen a cien millones más; y cuando las tropas soviéticas ya están a las puertas de Pekín, interceptan un mensaje del enemigo dirigido a Mao que dice: ‘Completada la conquista. Hemos tomado Moscú’.