Bush, George W.: El candidato al disputado título de “peor presidente de la historia de Estados Unidos” llega a las elecciones en plena crisis de ansiedad debido a la situación financiera. Como un recluso en su celda, tacha los días en el calendario, mientras susurra plegarias para que el sistema aguante en pie, mal que bien, hasta el 20 de enero. El único objetivo ya es que el desplome y colapso se produzca bajo otra administración. Que sea la de Obama o la de McCain es algo que ahora mismo, George encuentra irrelevante. Bush se aferra también a las matemáticas para interiorizar que las posibilidades de que al peor presidente le suceda el mejor presidente son remotísimas.
Europa: ejerce el vistoso papel de cheerleader de Barak Obama. A golpe de cadera y pompón, no pierde ocasión de manifestar sus preferencias por el candidato demócrata al que, en un ejercicio de ilusionismo, intenta por todos los medios asimilar, quién sabe si como socialdemócrata de la zona euro. En la provincia de Hispania, tanto socialistas como populares lo reivindican para sí, aunque sólo la reina ha expresado una opinión concreta coincidente con el pensamiento Obama: la que se refiere a los matrimonios homosexuales.
McCain, John: A medida que se acerca el martes, se acentúa en su rostro la expresión de ¿qué hago yo aquí?. Su historial médico, unido a su avanzada edad, apuntan a que su castigado corazón no sobreviviría a un susto del calibre de su, por otra parte, improbable triunfo electoral. Por el contrario, el hecho de que, a pesar de los tres meses transcurridos en compañía de Palin, aún tenga posibilidades, da cuenta de su indestructible vigor espiritual.
Obama, Barak: vino al mundo para ilustrar la famosa frase de que “el poder es como el violín: se coge con la izquierda pero se toca con la derecha”. Su anunciado triunfo certificará que el cargo determina el carácter y si el poder es siempre de derechas, en el caso de Estados Unidos, lo es más aún. Si se confirman los pronósticos y accede a la Casa Blanca, el mundo acometerá una nueva lección del aprendizaje de la decepción. Como es costumbre, su potencial progresista no brillará en todo su esplendor hasta que, agotado su mandato, emprenda rutilantes y lucrativas giras en las que, conferencia a conferencia, explicará con detalle cómo se construye un mundo mejor.
Palin, Sarah: en un mundo perfecto, no tendría opciones de acercarse a la Casa Blanca ni en calidad de becaria. En el mundo real, sin embargo, se entretiene como candidata republicana a la vicepresidencia, a la espera de que la recobrada cordura de sus compatriotas le coloque en condiciones de optar a la Presidencia. ¿El plazo para conseguirlo? Palin es humilde: ocho años.
Schwarzenegger, Arnold Alois: Penúltimo valedor en campaña que ha encontrado el senador McCain. El hecho de que haya sido considerado de forma unánime como un gesto a la desesperada debería hacer reflexionar al antiguo ‘Terminator’ sobre la vigencia de su carisma.
Springsteen, Bruce: Llega a los comicios en gran momento de forma. Tras la fallida gira de hace cuatro años en apoyo a John Kerry, anoche -ante la familia del candidato demócrata- cumplió uno de sus sueños al destrozar aquel viejo chiste que decía que “en un concierto del ‘Boss’, el único negro es el que está en el escenario”.
Street, Wall: atraviesa días de tensión. Aunque tiene ya decidido su inminente desplome y tan sólo duda entre hacer crack o hacer crash, aguarda con impaciencia los resultados electorales para optar por una explicación. Si gana McCain, alegará que el hundimiento se debe al continuismo que representa respecto a Bush; si por el contrario el triunfo es de Obama, atribuirá la catástrofe a la falta de confianza de los mercados.