Lo cierto es que aquel período de cuatro años que debió pasar a la historia como Administración Obama aún no tiene nombre. La noticia de que John McCain era en realidad descendiente de una esclava negra de la que que un tatarabuelo suyo abusaba cotidianamente en los años previos a la Guerra Civil dio un vuelco a las previsones electorales en las horas previas a la apertura de las urnas y convirtieron al candidato republicano en el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos.
Barak Obama, por su parte, entró en una espiral autodestructiva a la raíz de las revelaciones periodísticas que le implicaban en la muerte -al parecer, no tan accidental- de su abuela en víspera de las votaciones. En la actualidad, se encuentra cumpliendo prisión preventiva en la penitenciaria de Pensilvania, a la espera de juicio. Es, no hay ni que decirlo, el primer candidato presidencia que se enfrenta a cargos por asesinato.
El caso es que la que tenía que haber sido Administración McCain tampoco lo fue. Un accidente vascular, al parecer sufrido en el despacho oval de la Casa Blanca mientras se entregaba en compañía de un becario a prácticas aprendidas durante sus años de cautiverio en Vietnam, le apartaron de la política activa, dejando el maletín nuclear en manos de Sarah Palin, primera mujer en alcanzar la Presidencia USA. McCain, por su parte, pasa los días en un centro de cuidados paliativos, en donde ha realizado grandes progresos e incluso recuperado el habla. En este sentido, su frase favorita, que repita como un mantra, es: “No es la primera vez que me dan por muerto. Mac is back”.
Lo cierto es que en los dos años y medio en los que estuvo al frente del cargo, Palin dio muestras de su carácter desprejuiciado. En política interna, declaró festivos los cumpleaños de Adán y Eva, trasladó la capital del país a Anchorage (Alaska), prohibió las prácticas sexuales que se apartaran del misionero e instauró la comunión obligatoria todos los primeros viernes de mes.
En lo que a política exterior se refiere, sacó las tropas de Irak para llevarlas a India y Pakistán, bombardeó Kioto en repulsa al protocolo que lleva su nombre y lanzó una campaña global en favor de la pena de muerte. En lo social, fue un período marcado por el estilismo y buen gusto de los menesterosos, que disfrutaron del reparto del guardarropa y complementos acumulados por la Palin durante la campaña.
En España, Rajoy llegó a completar incluso medio trayecto de su viaje al centro, aunque no suficiente para ganar las elecciones frente a un ZP que volvió a recordar quién retiró la tropas de Irak. Aznar, por su parte, se hizo (aún más) millonario dando conferencias contra el cambio climático con una tarifas que duplicaban las de Al Gore.