Contarla da pereza y leerla, estrés mental. La historia que relataba ayer el DV sobre la mujer condenada a indemnizar con 117.000 euros a su marido por hacerle creer que habían tenido dos hijas mediante fecundación artificial, cuando eran realidd eran fruto de la relación de ella con su amante, es sólo otro capítulo de la historia de humillaciones que la realidad inflige a la ficción.

El hecho de que un marido viva en el engaño creyéndose el padre de los hijos de su mujer encaja dentro de la tradición picaresca que gobierna las relaciones de pareja. Sin embargo, lo peculiar de este caso es que el marido era el único engañado, hasta el punto de que incluso las hijas sabían que su padre no era él, sino aquel otro señor que acudía al colegio a buscarlas, con el que iban de vacaciones y al que amigos y vecinos consideraban simplemente el tío.

Esto convierte al ahora ex marido indemnizado en el protagonista de una versión extracruel del ‘Show de Truman’ cuya mayor aproximación a eso que llamamos vida real habrá sido el envío de mensajes SMS a ‘Gran Hermano’.

El hombre analiza ahora minuciosamente cada pequeño detalle de esa gran mentira que es su biografía, en un estado de postración depresiva que los peritos han bautizado piadosamente como “síndrome de alienación parental”. Las hijas viven con su madre y con el antiguo amante de ésta, su verdadero padre biológico y auténtico tapado de esta historia, prueba viviente de que, en caso necesario, el amor será ciego, sordo, discapacitado mental y atrófico moral.