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Alberto Moyano

El jukebox

Barceló United Colors

Además de otras muchas ventajas, la Alianza de Civilizaciones está resultando muchísimo más barata que la Guerra contra el Terror. Sin ir más lejos, la cúpula pintada por Barceló que España ha regalado a la sede de la ONU en Ginebra sólo ha costado 20 millones de euros. Un tercio de lo presupuestado para la rehabilitación y equipamiento de Tabakalera, por verlo de una forma. Menos que la ficha de muchos futbolistas, por verlo de otra.


Averiguar el coste de la magna obra -en la que además de Barceló han trabajado otras veinte personas incluido un cocinero y un espeleólogo- ha costado dios y ayuda, debido seguramente a la proverbial discreción del Gobierno ZP, remiso hasta extremos sospechosos a la hora de mostrar las cuentas. “El arte no tiene precio”, ha dicho el ministro Moratinos, que a estas horas estará preguntándose qué es entonces Sotheby’s.


Tampoco el artista parece dispuesto a confesar cuánto se ha embolsado por este “intenso trabajo de dos años en una obra de 1.400 metros cuadrados”, cuyo resultado se parece asombrosamente a la gela de cualquier guardería tras la fiesta de la plastilina. El día en el que algún paciente admirador de Barceló recuente las estalagtitas que adornan el techo de la sala sabremos a cuanto ha salido cada una, dato fundamental a la hora de valorar la relación calidad / precio.


El 60% de los fondos proceden de donaciones privadas. El otro 40%, del Estado. La polémica se ha cebado en la sospecha de que 500.000 euros procedían de Fondos para la Ayuda al Desarrollo, extremo que ha sido desmentido por las autoridades y que, a buen seguro, traerá al pairo al contingente subshariano apostado tras la alambrada de Melilla, dispuesto a olvidar el agravio a cambio de un billete a Ginebra para disfrutar in situ de la genialidad pictórica.


Los 35.000 kilos de pintura multicolor -un despilfarro si tenemos en cuenta que con esa cantidad se podría maquillar a nuestras mejores folclóricas durante al menos un año- constituyen “una metáfora del futuro y la multilateralidad”, en palabras de su autor, que quizás se siente obligado a justificar sus emolumentos, ante el temor de que en breve se hagan públicos. Ya que el arte no tiene precios, habrá que conformarse con saber cuál es el del artista.


noviembre 2008
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