1) Urge reinventar el noble de arte de la conversación de ascensor, esos microrrelatos urbanos en los que los vecinos llenan el vacío que genera el asco mutuo con un par de frases sobre la meteorología. En estos momentos, dado el estado del clima, se necesitaría un rascacielos de más trescientos pisos para para exponer, si quiera de forma sucinta, un relato propio en torno a las últimas calamidades. Se recomienda sustituir cualquier narración posible por la escueta pregunta: ‘¿A qué hora es la pleamar?’
2) Nevadas inesperadas, ciclogénesis explosivas, olas de veinte metros, vientos huracanados, desbordamiento de ríos… Ahora sabemos lo que estaba haciendo Irwin durante su frenético y desinhibido pedalear veraniego: provocar las furias desatadas de Poseidón y su hijo, Eolo. Su súbita desaparición del mapa le delata. En cuanto a la tertulia a pie de barra de bar, evite a toda costa frases recurrentes como “no hay quien pueda con la fuerza del mar” o “el río siempre reclama el terreno que le arrebataron” en favor de otras más incisivas como “a todo esto, ¿qué habían anunciado para el invierno las témporas?”
3) Los desastres naturales han sustituido el marco incomparable de La Concha por la ola descomunal del Paseo Nuevo como postal de referencia donostiarra. Además, han dado al traste con la precaria oferta nocturna de la ciudad, centrada básicamente en la zona más castigada del litoral y desprovista de discotecas y salas de fiestas tierra adentro. Sólo volveremos a respirar tranquilos cuando hayan desaparecido del paisaje las cámaras de ‘España Directo’.
4) Aún estamos en enero, es decir, todavía hay tiempo para completar nuestro particular homenaje al cine catastrofista de los setenta con otro par de desastres. Uno, sería el ataque de una criatura marina genéticamente mutada al socaire de los experimentos realizados en la isla de Santa Clara, que destruiría la ciudad en su intento de desovar en Tabakalera. En este caso hipotético, el concejal de playas se encargaría personalmente de reconducir la situación. La otra posibilidad es mejor ni mencionarla. Por cierto, ¿alquien sabe dónde venden sismógrafos?