Frente al viejo axioma marxista “la realidad lo es todo”, el pensamiento ‘new age’ impone últimamente el de “todo es un estado de ánimo”. Si el lunes fue ZP quién invocó la supremacía de las sensaciones optimistas frente a los índices económicos, ayer fue “la sensación de inseguridad” la que trató de imponerse a la realidad de los datos.
Fue en el programa ‘Keridos Monstruos’ de TeleDonosti, durante una nueva comparecencia del concejal y diputado Ernesto Gasco, uno de los rostros más populares de la cadena.
El debate sobre la seguridad o su falta entró en el plató de la mano de la detención del presunto autor de la violación de una mujer el día de San Sebastián en el centro de la ciudad. Aquí la expresión “en el centro de la ciudad” se esgrime como agravante, dando por supuesto que este tipo de sucesos tan desgradables es más propio de barrios periféricos.
Frente a los números esgrimidos por Gasco que sitúan a Donostia a la altura de Soria o Segovia y por debajo de Irun en índice de delitos, los telespectadores y un par de contertulios propusieron como sustitutivo el concepto difuso de “santa sensación”. Sólo el tercer tertuliano, ciudadano de origen chino y con amplia experiencia como habitante de varias ciudades españolas, dijo no compartir esa percepción.
Si bien puede que sea cierto que nunca hubo tanto “inmigrante no integrado” como ahora, también lo es que nunca hubo tantos policías -a la cabeza de Europa por ciudadano-, tantas cámaras de vigilancia y tanto vigilante jurado como en estos momentos. Sin embargo, la seguridad es el altar en el que estamos deseosos de sacrificar cualquier otro valor, empezando por la cordura.
En apoyo de laspropias tesis, no faltó durante la tertulia esa intervención en la que se facilitan todo tipo de datos e indicaciones sobre lo fácil que resulta perpetrar una violación a determinadas horas y en algún lugar concreto de un barrio de la ciudad, lo que en sí mismo constituye una imprudencia mayúscula. En todo caso y según lo explicado en el programa, el objetivo es convertir cada lugar en el que se comete un delito en un “punto negro” y con el conjunto de todos ellos, elaborar el mapa de “la ciudad prohibida”. Sería divertido de no ser grotesco.
Y la reconstrucción de la realidad a base de sensaciones opera no sólo sobre el presente, sino también sobre el pasado. Así, se nos dibuja una ciudad que hace diez o viente años era plácida y blindada.
Una vez más, habría que preguntar a aquellas donostiarras que por entonces tenían veinte años sobre su experiencias nocturnas, si sufrieron o no acosos, si fueron o no ocasionalmente seguidas por algún desconocido y si pasaron o no episodios de miedo / inquietud. Y habría que preguntarse también si hubo algún tiempo en el que las denuncias por violación no se formulaban con la misma facilidad que ahora, ni encontraban la misma receptividad.